sábado, 27 de mayo de 2017

Esa polémica Cruz

 Esa polémica cruz


Hace treinta años, el entonces papa Juan Pablo II visitó Uruguay.
En la mañana del 1º de abril de 1987, se celebró en la zona de tres cruces una misa al aire libre y para la ocasión, se instaló allí una gigantesca cruz.
Luego del evento la estructura fue donada a la Intendencia de Montevideo con la condición de que se mantuviera en ese lugar.
La decisión de mantenerla generó gran polémica en la interna de los partidos políticos. Finalmente se terminó aceptando, por ajustada mayoría, que “no se mantendría como símbolo religioso ni como adhesión del Estado a una determinada religión, sino en calidad de "monumento conmemorativo de un acontecimiento histórico".”


Siglos atrás, otra cruz, mucho más polémica, se levantaba en la cumbre del monte Calvario. Sobre ella, levantado entre el cielo y la tierra, agonizaba el Hijo de Dios, franqueado por malhechores que sufrían la misma condena. Es esa cruz la que ha dividido a la humanidad. Es esa cruz la que para unos representa un tropiezo y para otros, sencillamente insensatez. Es esa cruz la que el mundo intenta olvidar, ocultándola detrás del turismo, la cerveza, las bicicletas y los caballos. Pero sigue ahí, confrontando al ser humano sin Dios y sin esperanza.


Es esa cruz la que expresa el inconmensurable amor de Dios. En esa cruz “Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones”. En Esa Cruz, Jesús clavó el acta de los decretos que nos era contraria, ya sin valor acusatorio. En esa cruz llevó sobre si el pecado de todo el mundo. En esa cruz, hizo la paz.
Por esa cruz, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús. Por eso, no hay otro evangelio que el de la cruz.

Predicamos a Cristo, y a este crucificado, decía Pablo. Si bien la iglesia debe interesarse por la problemática social de su tiempo, los temas ambientales, la pobreza y la desigualdad; si bien no debe callar su voz ante la injusticia, la violencia y la corrupción, ni puede dejar de denunciar el pecado, aunque se aplauda o se legalice, no debe olvidar que su mensaje es la palabra de la cruz, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. No se trata del objeto físico, ni solo del hecho histórico, se trata del que murió en ella. “No hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12)
Cuando el apóstol Pablo decía “lejos esté de mí gloriarme sino en la cruz de Cristo”, no se refería al objeto físico, ni solo al hecho histórico. La cruz de Cristo debe ser el mojón que cambie la orientación del tiempo que nos resta en la tierra, así como cambió nuestro destino eterno, de manera que podamos decir “el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”, “lo que ahora vivo… lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí” Gálatas 2:20.
La gran polémica sobre la cruz consiste en la forma en que vamos a vivir, ahora que nos hemos encontrado con ella.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Marcos 8:34-36


Por Pablo López
Líder en la Iglesia Evangélica 
en José Belloni 4991
Uruguay

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