Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Mateo 5:6
Hambre y sed son el lenguaje del cuerpo para señalar una necesidad imperiosa e irreprimible que solo se calma comiendo y bebiendo. Aquí se usa para ilustrar la clase de deseo que el alma debería sentir. La verdadera dicha está en desear llevar una vida en la que Dios tenga plena complacencia.
La justicia es tener una correcta relación con Dios, pero la Biblia dice que no hay justo ni aún uno. Nadie puede alcanzar las demandas la justicia divina. Toda la humanidad merecía la condenación. Sin embargo, los hijos de Dios fuimos justificados. Dios imputa al que cree la justicia de Jesucristo. Es una obra de Dios, que se recibe por la fe.
La justicia moral es consecuencia de haber sido justificado, es el carácter que agrada a Dios. Mientras la justicia religiosa requiere conformidad a reglas externas, la del corazón es consiste en buscar primero el reino de Dios, es pensar, conducirse y reaccionar poniendo a Dios en el primer.
Antes decían que tener hambre es señal de buena salud. La salud espiritual está relacionada con el apetito por lo celestial. La Biblia propone que cultivemos un intenso deseo por la justicia, porque seremos saciados. Jesucristo asegura abundancia ilimitada de recursos divinos, incluso “para el apetito más grande”, sin restricciones ni reproches.
Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. 1 Pedro 2:2
Por Pablo D. López
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