Resurrección.
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Juan 11:25
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Para los que creemos en Jesucristo, el trance de la muerte, aunque triste, no está revestido de temor. No es un aterrador salto a lo desconocido. Simplemente es un traspaso a la presencia de Dios. Asumimos que este cuerpo se desgasta, envejece y muere. Pero la Biblia revela que Dios dará a sus hijos con un cuerpo nuevo, semejante al de Jesucristo: “Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder”.
El pecado paga con muerte física y separación de Dios. Pero la salvación revierte ambos efectos. Nos justifica y resucita. No es un aspecto más de la fe. Sobre ella descansa nuestra salvación y esperanza. Si Cristo no resucitó nuestra fe es inútil y “somos dignos de lástima” Pero ¡Cristo ha resucitado! Y a su tiempo, nosotros también.
La Biblia propone levantar la mirada a ese instante glorioso en que se consume la victoria del Resucitado y resuene en las nubes el clamor de su triunfo:
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 1 Corintios 15:55
Por Pablo D. López
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