lunes, 6 de abril de 2020

Performance

Performance.
Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Marcos 11: 12-14
Jesús había multiplicado comida, transformado agua en vino, calmado tempestades, sanado enfermedades, expulsado demonios y resucitado muertos. Pero este milagro es distinto, es un milagro donde no hay bendición sino juicio, una severa advertencia.
La imagen puede contener: comida y textoLlama la atención la airada reacción de Jesús, sobre todo porque “no era tiempo de higos”. Los que saben del tema explican que algunas variedades de higuera producen dos cosechas, que en el hemisferio norte son en junio y setiembre. Cuando llega la primavera y aparecen las primeras hojas, vienen acompañadas por brevas, una infrutescencia (llamada así porque el verdadero fruto está adentro) que además de comestible, es indicador de la futura cosecha. Si no hay brevas, no habrá fruto ese año.
De manera que no se trata de una rabieta caprichosa e injustificada, sino de un mensaje claro y solemne: Dios reprueba la burocracia religiosa. Jesús confrontó a todos los pecadores, pero reservó sus palabras más duras para la pretenciosa hipocresía del liderazgo espiritual de Israel.
Dios ya se había referido a su pueblo como una higuera o una vid, de la cual esperaba recoger frutos acorde con su naturaleza y condición, de hecho, en Oseas 9:10 compara a su pueblo con “las primicias de la higuera en su primera cosecha” (LBLA). El problema era que la frondosidad del árbol no se correspondía con el fruto que prometía.
La ley de Dios había sido vaciada de contenido por un grupo de personas a los que no les importaba nada más que la forma. Los mandamientos se habían transformado en una carga ritualista que solo servía para obtener prestigio. El Templo no era más que un inmenso teatro donde actores religiosos interpretaban sus performances para ser vistos y admirados.
Con este particular milagro, Jesús rechaza la fe que se ocupa de la apariencia, pero desatiende la esencia, que se preocupa por nimiedades basadas en tradiciones humanas, mientras dejan de lado prolijamente “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”.
Desde tiempo antiguo Dios proclama “misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”. Lo que el Señor quiere encontrar en nuestra vida no es apariencia de piedad en el templo, que luego es negada en la experiencia cotidiana, no son las hojas de la religiosidad exterior, sino “el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”.
Jesús no solo busca una buena performance espiritual. Se trata de dar la clase de fruto que solo puede producirse cuando aprovechamos el estar unidos a la Vid Verdadera: reproducir el carácter de Cristo en nosotros. Eso es, ni más ni menos, el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22


Por Pablo López

No hay comentarios:

Publicar un comentario