Capítulo 5: La superioridad de Jesús sobre los antiguos sacerdotes
El sumo sacerdote era un hombre
que cuidaba de las cosas espirituales. Él presentaba a sus semejantes a Dios
con dones (holocaustos) y sacrificios por el pecado. El sumo sacerdote, siendo
hombre, también es pecador. El sumo sacerdote necesita, él mismo, ser presentado
a Dios mediante sacrificios de animales. Los sacerdotes no eran voluntarios ni
elegidos por votación. Eran escogidos entre los descendientes de Aarón. Jesús
es sumo sacerdote por orden de Dios mismo, sin embargo, no era de los
descendientes de Aarón. Dios aceptó una antigua orden de sacerdocio, el de
Melquisedec. Jesús es de esa orden. Jesús no ofreció sacrificio por el hombre.
Él mismo fue el sacrificio. El huerto de Getsemaní fue la presentación antes
del sacrificio. Jesús fue más obediente que los otros sacerdotes porque su
obediencia le costó la vida. Ningún sacerdote ofreció la vida eterna, pero
Jesús se la da a todos los que le obedecen. Por tanto, Jesús es más grande que
todos los sacerdotes. Su credencial no es Aarón, sino Melquisedec. Somos rápidos
en muchos negocios, pero para las cosas de Dios somos un poco lentos, así que
no crecemos. Queremos ser personas importantes en muchos asuntos, pero somos
bebés en la Palabra de Dios. No podemos vivir de “papilla” en la vida
cristiana, por lo tanto, cada creyente debe buscar un crecimiento saludable en
la Palabra (v.1-14).
“… Los eruditos han llegado a
la conclusión de que 'el tema central o completo de la epístola a los Hebreos
es la supremacía absoluta de Cristo'. Es cierto que hay un énfasis en Hebreos
en la exaltación de Cristo (1: 3, 8: 1- 2), aunque esta exaltación está
vinculada, por el autor, a la instalación y funciones de Cristo como sacerdote
(5.5-6: 10, 7.26-27)”.[1]
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