lunes, 26 de junio de 2017

Señalero

Señalero.

¿Por qué doblas siempre para donde dice la flecha? Preguntó Lucas, mi observador hijo de 4 años. Se refería la luz parpadeante del tablero del auto, que, con forma de flecha, indica que el señalero está encendido. Al ensayar una explicación sobre el funcionamiento y funciones de este instrumento, me di cuenta que es uno de los pocos, o el único dispositivo del automóvil que no presta un servicio directo a quien lo conduce, sino a los demás.

En efecto, el indicador de velocidad y temperatura, el tacómetro, las luces, el limpiaparabrisas, la ventilación, en fin, todo lo demás es para el uso, goce y asistencia del conductor. Pero el señalero está puesto pensado en los demás, para que los otros automovilistas sepan la maniobra que uno esta pensando hacer.

Resulta particularmente fastidioso cuando estás en un cruce esperando que pase un auto que se aproxima a la esquina, pero resulta que va a doblar y no tuvo a bien usar el señalero. O vas circulando normalmente, cuando el auto de adelante dobla sin el correspondiente aviso previo.

Uno se pregunta ¿Qué les cuesta poner el señalero? Quizás sea mera distracción. Quizás sea solo una manifestación inconsciente del egoísmo intrínseco del ser humano. La tendencia a pensar en uno mismo y no en los demás.

Lo triste es ver personas que se conducen sin señalero por la vida. Para ellos, el logro de sus objetivos, la solución de sus problemas, la preservación de sus derechos, la satisfacción de sus necesidades está por encima de todo y de todos. Cuando toman decisiones o hacen declaraciones, parece que jamás pensaran en que pueden lastimar a otros, o empujarlos fuera de la iglesia.

Así actuaban en la iglesia primitiva los que se aferraban a su derecho de “comer de todo”, incluso carne que había sido sacrificada a los ídolos de los cultos paganos. Basados en sólidos argumentos y en una conciencia fuerte, le daban de punta al asado, sin considerar lo que su conducta provocaba en hermanos de menos conocimiento y débil conciencia. Yo sé, yo puedo, yo quiero, yo lo hago.

Demasiados “yo” dice Pablo. Tienen razón en cuanto a que no hay nada de malo en la comida. Pero deben saber que nuestra conducta no ha de guiarse solo por lo que “no es malo”, ni siquiera por lo bueno, sino por procurar lo mejor: “si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.”

La “comida” del siglo I se ha transformado en otras cosas en el siglo XXI, pero que producen el mismo efecto. Cosas que cada uno deberá identificar para no ser como un chofer sin señalero, egoísta y desconsiderado, que va por la vida causando estragos en la obra de Dios. Como decía Nehemías “trabajamos mucho para rescatar personas de la esclavitud, como para que las actitudes egoístas de algunos los regresen su estado anterior” (5:8).

Pensar en los demás implica sacrificio y renuncia. En una palabra: amor. Actitudes poco valoradas y una sociedad egocéntrica e individualista, pero son las que jalonan el camino dejado por Jesucristo para que andemos por él. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”


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