Para hacerte la persona menos querida del barrio, actuá como “sobrador”, como si te creyeras la “más grande”. ¿Estás de acuerdo que ésta sería una táctica infalible para perder todos tus amigos?
Este fue una de las contras que soportó Jesús cuando estaba recorriendo las ciudades y pueblos de Israel. Donde recibió más resistencia, como es de imaginar, fue en su propia ciudad, donde estaban todos los que se criaron junto a él y lo conocían “de gurí”.
Ya bastante sería que alguien viniera pidiéndonos que le hiciéramos caso en todo, pero Jesús se pasaba. En una ocasión agregó a la demanda una promesa increíble. Dijo: “El que guarda mi palabra, nunca verá la muerte”. La queja, el repudio de lo que había dicho, no se hizo esperar. Al toque vino el reproche: “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y también los profetas murieron! ¿Quién te crees tú?” Esto está en la Biblia, Juan 8:53.
Hay ciertas cosas que oímos que no pueden ser y esgrimamos razones como: nunca se ha visto; es imposible; no es científico; si no lo veo no lo creo; … etc. Por ejemplo Pablo, cuando lo estaban juzgando por ser propagador de la fe cristiana, señaló la causa mayor en su contra. No era por causar disturbios, por estafar a la gente, ni por conducta impropia, sino por hablar, como Jesús, de la resurrección, del cuerpo que aunque muera, vivirá, y que aun así, el ser interior no sufre ningún knock-out que lo deja “dormido”, sino que pasa de inmediato a la dicha de estar con Jesús “lo cual es muchísimo mejor” que estar viviendo con perfecta salud meramente física.
¿Tú obedeces a Jesús porque crees que él es quien dijo ser y que puede cumplir contigo, dándote “vida eterna”?
Por Ken Russell
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