¿Tus Hijos?
Los hijos son el tesoro más grande de los padres. Son increíbles las cosas que harán para que ellos disfruten de la vida mientras se preparan para hacerse cargo de sus propios destinos. Para ver alterado esta “normalidad”, tiene que haber sucedido algo muy fuerte.
Si un encuestador llegara a su puerta o le parara en la vereda con la pregunta: ¿Qué más desea usted para su hijo? - ¿Qué le respondería?
Tal vez encontremos difícil precisar solamente una cosa. Posiblemente nos resulte más fácil pensar en cosas (también plural) que NO quisiéramos que experimenten. Varios me han dicho, por ejemplo, de ir a la escuela caminando kilómetros, descalzos, con zapatos en la mano, para ponerlos recién cuando llegasen a la escuela. Otros cuentan de poca comida, aun hambre. No queremos que nuestros hijos pasen por nada de esto, pero vuelvo a preguntar: ¿Qué más desea usted para su hijo?
Recuerdo algunos que han respondido: ¡Que sea una buena persona!
Me gusta, y lo deseo para los míos. Me gusta porque va más allá de “tener”, de “lograr” y se enfoca en la esencia, en el ser mismo de la persona. Otra pregunta surge naturalmente, ¿Cómo lo está logrando? Claro, es buena la meta, pero ¿cómo llegamos?
Cómo respuesta, fijémonos en las palabras subrayadas del siguiente texto: “Permanece firme en lo que has aprendido y de lo cual estás convencido. Desde niño conoces las Sagradas Escrituras (la Biblia), que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:14 a 17
Por Ken Russell
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