sábado, 24 de marzo de 2018

Ecce Homo

Ecce homo.


La habitual calma de Borja, un pequeño pueblo español de la provincia de Zaragoza, fue alterada por un insólito acontecimiento. Alguien había restaurado, aparentemente por cuenta propia, el “Ecce Homo” (del latín: “he aquí el hombre”) un fresco que adornaba el Santuario de la Misericordia, pintado por el artista Elías García Martínez
.

Debido al mal estado de conservación que presentaba, una devota señora decidió tomar cartas en el asunto y repintar la obra sin tener conocimientos adecuados para hacerlo. El resultado, según alguno de los periodistas que cubrieron la noticia, parecía “un mono muy peludo vestido con una túnica de talla inadecuada”. Donde antes estaba el semblante de Cristo, lucía un grotesco rostro, sin ningún parecido con el original. Pero pasado el estupor inicial, lo que era lamentable y vergonzoso, se convirtió en atractivo y lucrativo. Y la improvisada restauradora pasó de hazmerreír a heroína nacional.

La particular historia de esta pintura ilustra lo que ocurrió con la humanidad.

Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, lo hizo para que disfrute de una perfecta comunión con él. Imprimió en su ser destellos de sus perfecciones morales, como la justicia, el amor y la veracidad. Pero el hombre le dio la espalda. Su pecado interrumpió la comunión con Dios y lo alejó de su presencia. Pero también, como ocurrió con aquel fresco, deterioró gran parte de la “imagen divina” original. Pero para restaurarla, en vez de acudir al Pintor Original, el hombre lo hizo “por cuenta propia”. Y así quedó.

Los sistemas económicos han fallado y fallarán. Filosofías e ideologías no dan respuestas. Una multiforme violencia se multiplica. Los suicidios se disparan. Las adicciones esclavizan a más jóvenes. Los abortos aumentan. La corrupción y la pobreza son flagelos incontrolables. La inmoralidad, que hace tiempo es moneda corriente, ahora se cobra la inocencia (y a veces la vida) de nuestros niños.

La humanidad se ha convertido en un triste remedo de lo que Dios en realidad pintó. Sufre las consecuencias de haber seguido su propio camino, pero en vez de reconocer el fracaso, con inexplicable y porfiada soberbia proclama: ¡he aquí, el hombre! Ciertamente, “afirmando ser sabios, se hicieron necios”.

En Jesús, el Restaurador vino al mundo. Dios tomó forma humana para mostrar el verdadero rostro del Hombre. Por medio de la fe personal en él y su obra redentora, obtenemos perdón y paz con Dios. Somos hechos “nuevas criaturas”. Podemos andar como es digno del Señor, avanzando en el propósito que trazó para su iglesia: “que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” Efesios 4:13

Todo parece indicar que el Ecce Homo de Borja va a quedar así, porque aunque es una ruina, conviene más. Nosotros, en cambio, hemos sido llamados a mostrar el rostro restaurado del ser humano, “andando como él anduvo”.

Por Pablo López

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