Sale con fritas.
De las cosas que me indignan, una de las menos importantes son las “freidoras sin aceite”. Freír, por definición, es cocinar mediante la inmersión en aceite o grasa a alta temperatura. Si las papas no se sumergen en aceite hirviendo, no son fritas. Serán más livianas, más sanas, más crocantes, (difícilmente) más ricas… pero no fritas. Llamarlas de manera diferente no cambiará jamás que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Parecido es lo mismo.
La desnaturalización de las palabras hace necesario agregar adjetivos en aquello que un solo vocablo bastaría para definir. El asunto es irrelevante si hablamos de papas fritas, pero es vital cuando se trata del evangelio.
El evangelio, la buena noticia de Dios para la salvación del ser humano, ha sufrido esta corrupción verbal. Invocando el mismo término se predican mensajes bien distintos.
Hay quienes distorsionan el evangelio. Le agregan cosas. Dicen que para ser salvo, además de la fe en Jesucristo, son necesarias las obras, que si alguien fue bueno o quiso serlo, o si buscó sinceramente, no importa si a través de Buda, Zaratustra o un tótem, llegará al Cielo. Predican un evangelio formal, de normas externas. Prefieren no hablar de la gracia porque rebaja a la gente. Piensan que es mejor que se sientan acreedores de Dios y no simples receptores de un perdón que no merecen.
Pero el verdadero evangelio dice: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras”. Efesios 2:8-9
Hay quienes diluyen el evangelio. Le quitan cosas. Dicen que para ser salvo alcanza con ser compasivo y complaciente. Predican un evangelio flexible, que transige con las ideologías y tendencias morales de moda. Prefieren no hablar del pecado porque ofende a la gente. Piensan que aplaudir el relativismo y cantar a coro con el sistema es la forma de construir una sociedad mejor.
Pero el verdadero evangelio dice: “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” Romanos 3:23
Hay quienes desvían el evangelio. Lo enfocan en otras cosas. Dicen que Dios, como una suerte de genio mágico, está para conceder deseos a los creyentes, que hay que buscar primero las cosas materiales, que no tenerlas es falta de fe. Predican un evangelio fácil, donde siempre hay salud, dinero y amor. Prefieren no hablar de la cruz porque asusta a le gente. Piensan que la comodidad material importa más que el compromiso espiritual.
Pero el verdadero evangelio dice: “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame… porque ¿qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo, y pierde su alma?” Mateo 16:24,26
Pero también hay quines defienden el evangelio. No ocultan cosas. Dicen que el ser humano es pecador, que su pecado le separa de Dios, pero que Jesús que murió en la cruz para que pueda reconciliarse con él. Predican un evangelio fidedigno, de un Dios que ama al pecador y condena el pecado. Prefieren ser francos en vez de frívolos aunque disguste a la gente. No piensan si conviene hablar de pecado, cruz y gracia, porque la salvación del oyente depende de la decisión que tome ante esto.
El verdadero evangelio dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”. 1 Timoteo 1:15
Las fritas sin pasar por aceite no son fritas. Un evangelio sin pecado, sin cruz, sin gracia, no es evangelio. Solo “si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”. Romanos 10:9.
Por Pablo López
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