Generosidad.
El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado. Proverbios 11:25
Los niños aprenden a decir “mío” antes que papá, mamá o cocacola. Pareciera que la generosidad no le nace espontáneamente al ser humano. Por eso se escribió “Las galletas de Juanito”, uno de los primeros libros que leí. A Juanito le daban una bolsa con galletas, e iba por ahí compartiéndolas con todos, hasta que solo quedaba una para él.
Probablemente muchos juzguen a Juanito como un pobre gil. Es que tenemos una fuerte tendencia al egoísmo. Sentimos un deseo natural por tener y acumular, nos encanta recibir cosas para nosotros. Crecemos creyendo que recibir un regalo es lo más grande que hay. Pero cuando te toca ser “rey mago” y ver el brillo en los ojos y la sonrisa del que recibe, entendés el enorme gozo de dar. Por eso Juanito no estaba triste, de hecho ¡se sentía feliz! Seguramente experimentó aquello que decía Jesús: “Mas bienaventurado es dar que recibir”.
La Biblia propone cultivar la generosidad. No estamos limitados por lo que tenemos, si hay buena voluntad, se valora lo que uno tiene, no lo que no tiene. Tampoco se trata solo de cosas materiales, también podemos dar tiempo, consejo y amistad. No es promover vagancia o generar dependencia, sino suplir necesidades, como Dios suplió las nuestras en Cristo.
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7
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