Paciencia.
Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Santiago 5:8
Padecemos un insaciable deseo de celeridad. En el tránsito, por ejemplo, la velocidad nunca es suficiente. Hay que arrancar apenas aparece la luz verde para no ser blanco de los bocinazos impertinentes de gente apurada por detenerse en el semáforo siguiente. Cualquier espera nos exaspera. Por eso hay gente que se “cuela” en la panadería o cruza en rojo. La paciencia va más allá de la prudencia en el tránsito o la ética del mandado. Tiene que ver con saber esperar y soportar.
Todo tiene su tiempo, dijo Salomón. La paciencia del que sabe esperar es discernir el momento preciso para tomar decisiones adecuadas, sin apurarse ni retrasarse, sin flexibilizar sus valores éticos para alcanzar antes algo que anhela, sin olvidar que lo importante es celestial e invisible.
La otra faceta es saber soportar. Santiago decía que “tenemos por bienaventurados a los que sufren” porque “la prueba produce paciencia y la paciencia, esperanza, la esperanza no avergüenza”. Menciona el ejemplo de Job, para enfatizar que las adversidades permiten conocer mejor al Señor: “de oídas te había oído, más ahora mis ojos te ven” Job 45:2.
La Biblia propone cultivar la paciencia, para esperar el tiempo de Dios y para soportar la adversidad, pero recuerda que tiene un límite: “la venida del Señor se acerca” Por tanto:
Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, Hebreos 12:2
Por Pablo D. López
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