Placer.
Es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. Eclesiastés 3:13
Es curioso que cuando la gente piensa en la experiencia cristiana, generalmente la asocia a penurias y privaciones, restricciones y castigos. Asumen que se trata de una vida de aburrimiento y penitencia, que se la pasa mirando de afuera los placeres, como chiquilín con la ñata contra el vidrio. Nada más alejado de la realidad.
En su obra satírica “Cartas del diablo a su sobrino” C.S. Lewis pone en boca de Escrutopo: “Nunca olvides que cuando estamos tratando cualquier placer en su forma sana, normal y satisfactoria, estamos, en cierto sentido, en el terreno del Enemigo” ““el placer es un invento Suyo, no nuestro. Él creó los placeres; todas nuestras investigaciones hasta ahora no nos han permitido producir ni uno. Todo lo que podemos hacer es incitar a los humanos a gozar los placeres que nuestro Enemigo ha inventado, en momentos, o en formas, o en grados que Él ha prohibido”
Dios nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. El disfrute culinario, el descanso y la sexualidad, son inventos divinos. El diablo los pervirtió para transformarlos en gula, pereza y perversión.
La Biblia propone disfrutar del placer de forma sana y natural. La clave es deleitarnos en el Señor y seguir sus pisadas. No es gravoso ni aburrido, es vida plena:
Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Juan 10:10
Por Pablo D. López
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