domingo, 19 de abril de 2020

El abrazo que más necesitás

EL ABRAZO QUE MÁS NECESITAS

Una de las cosas que más extrañamos en este tiempo de pandemia son, sin lugar a dudas, los abrazos.
El libro de Eclesiastés menciona que hay tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar… hoy estamos en tiempo de abstinencia.
La imagen puede contener: una o varias personasPodemos pensar en tres razones por las que podemos abrazar a alguien.
La primera es para controlar a una persona. Es el abrazo del enfermero que quiere controlar a un paciente confuso y excitado, el del policía que controla a un sospechoso, el del boxeador que abraza para dejar de recibir los golpes del rival. El abrazo es en este caso una demostración de fuerza. ¡Alguien abraza a otro que no quiere que lo abracen!
La segunda es para proteger a una persona. Consiste en poner nuestros brazos alrededor de una persona, cubriendo con nuestro cuerpo el suyo, para que una agresión no llegue a dañarlo. Es el abrazo del bombero que salva a alguien de un incendio, de la madre que carga a su hijo para que un perro bravo no lo lastime, del esposo que protege la vida de su esposa de un proyectil al costo de su propia vida.
En este caso es una demostración de cuidado, de protección, de estar dispuesto a sacrificar su propia integridad física o su vida por cuidar del otro.
Muchos pasajes de la Escritura nos hablan de los brazos de Dios. Es una figura para representar su poder desplegado a favor de su pueblo. Nos habla de su fuerza que se coloca alrededor nuestro protegiendo o librando a su pueblo de un peligro, de un enemigo, de un adversario más poderoso que nosotros. El brazo de Jehová es una expresión para referirse a su poder salvador.
En Deuteronomio 33:26 -27a dice: “No hay nadie como el Dios de Israel. El cabalga por el firmamento para ir en tu ayuda, a través de los cielos, con majestuoso esplendor. El Dios eterno es tu refugio, y sus brazos eternos te sostienen…” (NTV)
Los brazos eternos de Dios sostienen a su pueblo. Lo abrazan, lo defienden, lo protegen.
Pero hay una tercer razón para abrazar… y es la que más estamos extrañando ahora.
Es el abrazo para expresar afecto, para expresar un sentimiento profundo a favor de la persona que se abraza.
Cuando abrazamos llevamos nuestro corazón lo más cerca posible de esa persona, estrujamos a la persona porque anhelábamos su presencia, y al mismo tiempo estamos vulnerables… sin guardia… y así expresamos la confianza que le tenemos.
Entonces un abrazo puede ser un “te amo”, puede ser un “estoy contigo”, puede ser un “¡como te extrañaba!”, o puede ser un “te perdono”.
Cuando el patriarca José se encontró con su padre Jacob después de muchos años de separación, dice en Génesis 46:29 que José “se fundió con su padre en un abrazo, y durante un largo rato lloró sobre su hombro”(NVI). Era un abrazo de anhelo intenso, de fin de angustia, de años de extrañar y desear ver a su amado padre.
Cuando los ancianos de Éfeso escucharon las palabras de despedida del apóstol Pablo antes de subir al barco, “todos lloraban inconsolablemente mientras lo abrazaban y lo besaban” (Hechos 20:37). Expresaban de esta manera afecto y alta estima para con su líder y amigo.
El Señor Jesús, viendo que sus discípulos obstaculizaban a los niños que querían estar con él dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”. Y cuenta el relato bíblico que “…después de abrazarlos los bendecía poniendo las manos sobre ellos” (Marcos 10:16). Sabemos que los niños no abrazan a cualquier persona…¡algunos no quieren abrazar a nadie! Pero la persona del Señor era tan cálida, tan entrañable y tan tierna, que les inspiraba confianza. Y el Señor les expresaba su amor abrazándolos.
Una de las parábolas más famosas de Jesús es la del hijo que abandonó a su padre y yéndose lejos malgastó su herencia. Estando ya en la ruina, arrepentido, decidió volver a su padre. Cuando aquel hijo pródigo se acercó otra vez a la casa del padre dice en Lucas 15:20 que “todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.”
Este abrazo del padre hablaba por sí mismo, era un abrazo que le decía: te amo, te perdono, te restauro.
Ese abrazo es el que el Padre eterno nos da a cada uno de los pecadores que hemos regresado a su casa arrepentidos, buscando el perdón mediante Jesucristo y su obra en la cruz.
Un abrazo que nos dice también a cada uno de nosotros: te amo, te perdono, te restauro.
Que en esta época de abstinencia de abrazos, puedas sentir otros brazos.
Que puedas sentir los brazos eternos de Dios, que te sostienen y que te protegen.
Que puedas sentir hoy el abrazo del Padre que salió a tu encuentro, que tanto te anhelaba, que te ama, que te perdona, y que te restaura.
Ese es el abrazo que más necesitas.

Por Mauricio Amaral

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