Mostrando entradas con la etiqueta Mauricio Amaral. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mauricio Amaral. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de mayo de 2020

¿Quién dice la gente que soy?

Lucas 9:18-20
¿Quien dice la gente que soy yo? Preguntó Jesús a sus discípulos.
La opinión del pueblo estaba dividida: algunos decian que era un profeta de la antigüedad que había regresado...otros hablaban de otro gran profeta y mártir quizás resucitado.
Pero la pregunta más importante no era acerca de esa encuesta de opinión popular sino...
Y ustedes...¿quien dicen que soy?
Hubo un instante de silencio entre aquel puñado de hombres...hombres sencillos. Algunos eran pescadores, otro un cobrador de impuestos, uno era un inquieto revolucionario anti-Roma, otros tan solo hombres comunes, que habían decidido seguir a aquel singular maestro.
De pronto Pedro se adelantó, con los ojos fijos en Jesús, y le dijo: Tu eres el Cristo de Dios.
El Cristo, el Mesias prometido, el Salvador del mundo.
Su afirmación fue alabada por el Señor Jesús, como una revelación directa del Padre.
Estos mismos hombres serían convertidos por el Señor en firmes apostoles, quienes entregarían su vida por la causa del evangelio.
Aunque no todos...Judas Iscariote le traicionó. En la última noche... en la cena...cuando Jesús anunció que uno de ellos le entregaría, cada uno de sus apóstoles le preguntó "¿Soy yo, Señor?". Finalmente Judas preguntó "¿Soy yo, Maestro?". Los 11 declararon que Jesús era su Señor, pero para Judas sólo era un maestro. La diferencia era profunda. Y el resultado también lo fue. Judas no reconoció en Jesus al Señor, al Salvador prometido, y por eso le entregó...y se perdió para siempre.
Lo que tu pienses y creas acerca de Jesús, eso define tu vida, cómo la vives, pero define, sobre todo, tu eternidad.
"¿Que harás con Jesús? No puedes ser neutral; Algún día tu corazón preguntará: ¿Que hará Él conmigo?" A.B.Simpson
"Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén" 2 Pedro 3:18

Por Mauricio Amaral

domingo, 19 de abril de 2020

El abrazo que más necesitás

EL ABRAZO QUE MÁS NECESITAS

Una de las cosas que más extrañamos en este tiempo de pandemia son, sin lugar a dudas, los abrazos.
El libro de Eclesiastés menciona que hay tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar… hoy estamos en tiempo de abstinencia.
La imagen puede contener: una o varias personasPodemos pensar en tres razones por las que podemos abrazar a alguien.
La primera es para controlar a una persona. Es el abrazo del enfermero que quiere controlar a un paciente confuso y excitado, el del policía que controla a un sospechoso, el del boxeador que abraza para dejar de recibir los golpes del rival. El abrazo es en este caso una demostración de fuerza. ¡Alguien abraza a otro que no quiere que lo abracen!
La segunda es para proteger a una persona. Consiste en poner nuestros brazos alrededor de una persona, cubriendo con nuestro cuerpo el suyo, para que una agresión no llegue a dañarlo. Es el abrazo del bombero que salva a alguien de un incendio, de la madre que carga a su hijo para que un perro bravo no lo lastime, del esposo que protege la vida de su esposa de un proyectil al costo de su propia vida.
En este caso es una demostración de cuidado, de protección, de estar dispuesto a sacrificar su propia integridad física o su vida por cuidar del otro.
Muchos pasajes de la Escritura nos hablan de los brazos de Dios. Es una figura para representar su poder desplegado a favor de su pueblo. Nos habla de su fuerza que se coloca alrededor nuestro protegiendo o librando a su pueblo de un peligro, de un enemigo, de un adversario más poderoso que nosotros. El brazo de Jehová es una expresión para referirse a su poder salvador.
En Deuteronomio 33:26 -27a dice: “No hay nadie como el Dios de Israel. El cabalga por el firmamento para ir en tu ayuda, a través de los cielos, con majestuoso esplendor. El Dios eterno es tu refugio, y sus brazos eternos te sostienen…” (NTV)
Los brazos eternos de Dios sostienen a su pueblo. Lo abrazan, lo defienden, lo protegen.
Pero hay una tercer razón para abrazar… y es la que más estamos extrañando ahora.
Es el abrazo para expresar afecto, para expresar un sentimiento profundo a favor de la persona que se abraza.
Cuando abrazamos llevamos nuestro corazón lo más cerca posible de esa persona, estrujamos a la persona porque anhelábamos su presencia, y al mismo tiempo estamos vulnerables… sin guardia… y así expresamos la confianza que le tenemos.
Entonces un abrazo puede ser un “te amo”, puede ser un “estoy contigo”, puede ser un “¡como te extrañaba!”, o puede ser un “te perdono”.
Cuando el patriarca José se encontró con su padre Jacob después de muchos años de separación, dice en Génesis 46:29 que José “se fundió con su padre en un abrazo, y durante un largo rato lloró sobre su hombro”(NVI). Era un abrazo de anhelo intenso, de fin de angustia, de años de extrañar y desear ver a su amado padre.
Cuando los ancianos de Éfeso escucharon las palabras de despedida del apóstol Pablo antes de subir al barco, “todos lloraban inconsolablemente mientras lo abrazaban y lo besaban” (Hechos 20:37). Expresaban de esta manera afecto y alta estima para con su líder y amigo.
El Señor Jesús, viendo que sus discípulos obstaculizaban a los niños que querían estar con él dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”. Y cuenta el relato bíblico que “…después de abrazarlos los bendecía poniendo las manos sobre ellos” (Marcos 10:16). Sabemos que los niños no abrazan a cualquier persona…¡algunos no quieren abrazar a nadie! Pero la persona del Señor era tan cálida, tan entrañable y tan tierna, que les inspiraba confianza. Y el Señor les expresaba su amor abrazándolos.
Una de las parábolas más famosas de Jesús es la del hijo que abandonó a su padre y yéndose lejos malgastó su herencia. Estando ya en la ruina, arrepentido, decidió volver a su padre. Cuando aquel hijo pródigo se acercó otra vez a la casa del padre dice en Lucas 15:20 que “todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.”
Este abrazo del padre hablaba por sí mismo, era un abrazo que le decía: te amo, te perdono, te restauro.
Ese abrazo es el que el Padre eterno nos da a cada uno de los pecadores que hemos regresado a su casa arrepentidos, buscando el perdón mediante Jesucristo y su obra en la cruz.
Un abrazo que nos dice también a cada uno de nosotros: te amo, te perdono, te restauro.
Que en esta época de abstinencia de abrazos, puedas sentir otros brazos.
Que puedas sentir los brazos eternos de Dios, que te sostienen y que te protegen.
Que puedas sentir hoy el abrazo del Padre que salió a tu encuentro, que tanto te anhelaba, que te ama, que te perdona, y que te restaura.
Ese es el abrazo que más necesitas.

Por Mauricio Amaral

jueves, 9 de abril de 2020

Getsemaní

Entramos con reverencia...conmovidos...oímos perplejos y confundidos la oración del Hijo de Dios...
Un suceso profundo y misterioso ocurrió aquella noche en el huerto de Getsemani...
La imagen puede contener: exterior¿Por qué estaba angustiado Jesús? ¿Por qué padecía ese anticipado sufrimiento en vísperas de su arresto, juicio, tortura, crucifixión y muerte?
¿Era acaso por temor a la vergüenza, la soledad y el desprecio al que sería sometido?
¿Era por la certeza de que sería injustamente acusado y condenado?
¿Era acaso el temor al sufrimiento físico inimaginable de los látigos romanos, de los crueles golpes de los soldados, de la corona de espinas, de los clavos, o de la cruz?
No, mi querido amigo. Jesús no temía el dolor físico ni la muerte.
Otros hombres y mujeres a lo largo de la historia han marchado hacia el martirio inspirados por su vida, sus palabras y su ejemplo...y algunos lo hicieron cantando, lo hicieron orando, lo hicieron con gozo. No tendría sentido que el autor y consumidor de su fe hubiese sido angustiado por la expectativa de su propia muerte física.
Otra era la razón de su intensa angustia.
Allí estaba ocurriendo algo que el profeta Isaias había anticipado siglos antes..."Más el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él...el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros"
Era la expectativa de la ira de Dios, de aquel juicio que padeceria sobre sí mismo. De aquella copa amarga que habría de beber hasta el final.
Sólo él podia imaginar la magnitud del castigo, del sufrimiento espiritual que significaría la separación del Padre. De ser desamparado por Dios. De convertirse en maldito al ser colgado del madero. De ser hecho pecado y padecer el juicio sobre el pecado.
De ser tu sustituto en la cruz.
Si, amigo mío. Cristo, aquella noche, angustiado, padecía anticipadamente... porque a esto había venido...a pagar tu deuda con Dios...por amor a ti.

Por Mauricio Amaral

martes, 7 de abril de 2020

Palabras para una Iglesia en cuarentena

PALABRAS PARA UNA IGLESIA EN CUARENTENA

En éstos últimos días algunas palabras resuenan incesantemente por todas partes…una de ellas es “cuarentena”.
Al día de hoy se calcula que la tercera parte de la humanidad está bajo alguna forma de cuarentena o aislamiento domiciliario, voluntario u obligatorio. En Uruguay por ahora es voluntario, pero con una fuerte presión gubernamental y social para acatarla, en beneficio de toda la sociedad.
Éste fenómeno ha producido en la vida del hombre moderno algo que nadie esperaba: Tiempo. Hoy muchos seres humanos gozan de abundante tiempo para administrar… para invertir y para perder.
La imagen puede contener: noche y exteriorEsta situación angustiosa, que ha sobrevenido como una tremenda sacudida sobre todo nuestro mundo globalizado, también está afectando a los creyentes de toda la Tierra, afectando la vida de la iglesia. Nuestras reuniones de comunión y edificación han tenido que suspenderse, y hemos tenido que ingeniárnosla para seguir conectados a través de las redes. Parece que la llevamos bastante bien, pero a pesar del tiempo que pasamos en las redes, podemos afirmar que nos queda mucho tiempo libre, para utilizar lo mejor que podamos.
Dice la Escritura en Efesios 5:15-17:
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
En este texto el apóstol nos insta a mirar con diligencia cómo andamos, a tener cuidado de cómo vivimos, que no sea como necios sino como sabios, y ésta exhortación la concentra en un sencillo mandamiento: Aprovecha bien el tiempo que vives. Solo de esa manera estaremos demostrando con nuestras vidas que entendemos realmente la voluntad de Dios.
Aprovechar el tiempo es lo contrario a desperdiciarlo, a despilfarrarlo. ¿Quieres saber cómo se pierde el tiempo? Es fácil: haciendo nada, dejándolo ir como agua entre los dedos. Puede ser mirando excesiva televisión, siguiendo extensas e interesantes series en netflix, viendo una matiné de películas de Hollywood, jugando videojuegos, leyendo novelas inútiles, escuchando música que no edifica, hablando frivolidades, reparando cosas que no necesitas y tantas otras formas…
Hoy en día muchas personas han recibido una abundante provisión de tiempo… y lo están dejando ir de manera insensata e irreflexiva. Pero el pueblo de Dios no puede hacer eso. No podemos vivir en esa manera tan necia, porque a diferencia de otros, nosotros sí sabemos cuál es el valor del tiempo, y cuál es la voluntad de nuestro Dios respecto a ésto.
En la Escritura encontramos ejemplos de creyentes que estuvieron en cuarentena, en confinamiento voluntario o involuntario, y que supieron aprovechar bien el tiempo.
Pensemos en David, confinado en la cueva de Adulam (1 Samuel 22) mientras huía de Saúl.
Estando en aquella fría e inhóspita cueva aquel joven fugitivo compuso salmos, allí adoró al Señor, y fue precisamente en ese tiempo que se empezó a formar a su alrededor un ejército de hombres que le serian fieles el resto de su vida, porque vieron que era un hombre conforme al corazón de Dios. Estuvo oculto, estuvo escondido. Pero aprovechó el tiempo
Pensemos en el profeta Elias (1 Reyes 17) Luego de que le anunció al impío rey Acab que no iba a llover en la tierra de Israel a no ser por su palabra, Dios le dijo que se escondiera en el arroyo de Querit. El fiel profeta obedeció. Y las cosas se pusieron difíciles en aquel confinamiento. Los cuervos le trajeron pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebió del arroyo. Y pasaron algunos días, nos dice la Biblia. Estuvo aislado, en cuarentena. Días intensos en los que estuvo a solas con el Señor, obedeciendo su voz, en comunión con él, y siendo sustentado por El, comprobando su fidelidad.
Pensemos en Nehemias (Nehemias cap.1) luego de conocer la triste situación de aquellos que eran sus hermanos en la lejana Jerusalem, y de llorar por su ruina, oró y ayunó por muchos días (se calculan cerca de 4 meses). Se mantuvo orando apartado de la presencia del rey y de sus siervos, hasta que llegó la hora de la verdad, y el Dios que le había colocado aquella angustiosa carga por su pueblo, ahora le encargaba una esperanzada misión. Se aisló para buscar a Dios, y se encontró con un llamado que cambió su vida para siempre.
Y podríamos seguir pensando en tantos otros…Moisés cuarenta días a solas con Dios en el Monte Sinai… Saulo de Tarso aislado con el Señor Jesucristo luego de su conversión…tantas personas que conocieron a Dios y que tuvieron que confinarse, que apartarse, y que aprovecharon el tiempo para Dios.
El Señor Jesus estuvo también cuarenta dias en el desierto, apartado de todo y de todos, ayunando, resistiendo la tentación, fortaleciéndose en el Padre y su palabra, y pasando por una experiencia tan especial que le permitió ser luego poderoso para socorrer a todos los que somos tentados.
Querido hermano, querida hermana…Y tú ¿qué vas a hacer tu con tu tiempo?¿Que vas a hacer con este tiempo precioso de quietud y de confinamiento que el Señor te está concediendo?
¡Aprovechalo! ¡Aprovechalo hermano querido! Busca al Señor, busca su rostro, aprovecha para orar a Dios con una intensidad como nunca antes lo has hecho… intercede por tu familia, por tus hermanos, por todo el mundo. Cambia tus hábitos. Levántate temprano en la mañana y lee la escritura. Haz un plan de lectura consistente, disponte a conocer bien la Biblia. Reflexiona como vas a servir a Dios en este tiempo y cuando esto se termine.
Lee buenos libros cristianos que edifiquen tu vida, escucha buenos mensajes de la Palabra de Dios, comparte un mensaje de texto o un audio que sea de bendición a un hermano, que lo saque de su soledad amarga y lo haga sentir querido.
Ocúpate de tu familia, habla con tu cónyuge, planifica qué van a hacer después de la pandemia… disfruta de la vida con esa compañera/o que el Señor te regaló.
Habla con tus hijos, enséñales a vivir en temor de Dios, que aprendan de esta penosa situación cómo la seguridad la pueden obtener solamente confiando en Aquel que es la Roca de la eternidad. Enséñales a que oren, a leer la Biblia al levantarse, a tener hábitos de trabajo, muéstrales con tu vida lo importante que es el Señor para ti. Ámalos, cuídalos, anímalos, ponle límites y corrígelos si lo necesitan, aconséjalos, ayúdalos. Pasa tiempo de calidad con ellos como nunca antes lo pudiste hacer
Hermano… hermana… HAZ QUE VALGA LA PENA TU TIEMPO DE CUARENTENA, aprovecha bien el tiempo para salir más fortalecido de ésta tormenta, cuando todo haya pasado.
Ya es hora de levantarnos del sueño, queridos, porque sin lugar a dudas está mucho más cerca nuestra salvación que cuando creímos.
Aprovecha éste tiempo y cada día para el Señor.

Por Mauricio Amaral

jueves, 19 de marzo de 2020

Tiempo de crisis

En medio de la tensa calma, en medio de la expectativa de tormenta que se avecina...y que ya está aquí, hay muchas cosas valiosas que podemos aprender de éste tiempo de pandemia.
En relación a los otros, creo que nos está enseñando mucho.

Escribía John Donne: "Nadie es una isla en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra...; por eso la muerte de cualquier hombre arranca algo de mí, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti". En este tiempo hemos aprendido dolorosamente ésta lección. Hemos comprobado el peligro que es para todos la negligencia y la desidia de uno. Hemos experimentado el efecto devastador del egoísmo. Pero también palpamos el efecto protector y sanador de la solidaridad y de la compasión. La Biblia dice que Dios "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres..." (Hch 17:26). Conocimos la importancia de la familia, de las relaciones humanas. Cada uno pudo sopesar hasta donde está dispuesto a sacrificarse por el bien de otros.
Asimismo cada uno ha podido experimentar la fragilidad de su propia vida. Nuestra vida es como neblina, dice la Escritura (Stg 4:14) Comprobamos la necedad de la soberbia con la que vivimos nuestros días en ésta tierra. Lo superfluo de las actividades con las que llenamos nuestro tiempo cotidianamente...nos cerraron los shopping y no pasó nada...pero no podemos ir a visitar a los viejos, ni llevarle a los nietos, y se nos pianta un lagrimón.
Hemos experimentado de cerca la fragilidad de todo el sistema que hemos construído, que se tambalea, aunque parecía inexpugnable. Vimos la impotencia del materialismo para resolver nuestros problemas. "La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee" dijo con claridad Jesús (Lc 12:15)
Hemos visto de cerca la inexorable cercanía de la muerte. Y nuestra desesperante necesidad de Dios. De llenar ese vacío que tenemos con su forma. El "ha puesto eternidad en el corazon" del ser humano (Ecl 3:11), "para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros" (Hch 17:27)
Ese Dios que está, puede ser hallado. De hecho, él vino a buscarnos. Jesús es la respuesta de Dios a nuestro vacío, a nuestro extravío, a nuestro pecado, a nuestra perdición. El vino "a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lc 19:10). Y eso me incluye a mí, y te incluye a ti.
¿Por qué no aprovechas este tiempo para venir a Él, en arrepentimiento y fe?. Si así lo haces, jamás habrá existido para ti una crisis tan vitalmente significativa como ésta.
"Buscad a Dios mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano" Isaías 55:6

Por Mauricio Amaral

miércoles, 7 de marzo de 2018

El Dolor

EL DOLOR


Todo ser humano en algún momento de su vida se enfrenta al dolor. Aunque vivimos en una sociedad que se esfuerza mucho por disimularlo, lo cierto es que el sufrimiento es parte ineludible de la experiencia humana.
Enfermedad, violencia, guerra, pobreza, hambre, desastres naturales y muerte son experiencias en alguna manera comunes a todos.
Es por eso que algunos han sugerido que lo único que necesita la raza humana para que todo esté bien, es lograr resolver estas cuestiones.
Pero… ¿es el sufrimiento realmente el mal supremo? ¿O es en realidad la consecuencia de un mal aún mayor, que está subyacente? Ésta es una pregunta muy importante… ¿de donde podemos obtener sabiduría para conocer la respuesta?
La Biblia es el libro más vendido, distribuído, estudiado, traducido, criticado y perseguido de toda la historia. Ella afirma ser el mensaje de Dios para cada uno de nosotros.
Este libro tiene mucho para enseñarnos acerca del sufrimiento humano. La Biblia nos habla acerca del dolor… y no lo hace desde una perspectiva teórica, fría ó distante, sino a través de la experiencia vital de hombres y mujeres que se enfrentaron al mismo. Considerando sus enseñanzas podemos conocer principios que nos ayudan a afrontar el dolor y, en algunos casos, a comprender sus motivos.
Antes que nada la Biblia afirma que hay un Dios: majestuoso, soberano, y todopoderoso. Él está en todas partes y conoce todas las cosas. Aunque es invisible y su pleno entendimiento es inalcanzable, él mismo se nos ha dado a conocer. Se ha revelado al hombre desde el comienzo mismo de la historia.
Dios es el creador del universo. Él creo los cielos y la tierra, todos los seres vivientes y en especial creó al ser humano, a su imagen y semejanza. Lo creó para poder disfrutar de la comunión con él. Lo creó perfecto y lo dotó de libertad para elegir.
Pero Dios no creó el sufrimiento humano. La Biblia afirma que el sufrimiento en todas sus formas surgió como consecuencia del alejamiento de Dios, como consecuencia del pecado del hombre.
En aquel remoto principio el hombre escogió no obedecer a Dios, y ese pecado fue el inicio de una cascada de consecuencias nefastas para la humanidad. Desde allí, todos hemos pecado, y estamos destituidos de la presencia bendita de Dios. El orgullo, el egoísmo y el rechazo de Dios han traído como consecuencia que nuestra existencia experimente dolor y sufrimiento en este mundo, además de pesar sobre nosotros el juicio por nuestras malas acciones, y el castigo eterno luego de esta vida.
Por tanto, Dios no es el origen del mal, él no creó el dolor ni el sufrimiento.
Sin embargo, Dios no es indiferente al dolor humano. Dios no se mantiene apartado, ignorando nuestras desgracias. Todo lo contrario… Dios hizo algo extraordinario con el fin de librarnos del dolor, del sufrimiento, y del castigo eterno.
Él mismo se hizo cargo de nuestros pecados.
Si… la Biblia afirma que Dios se hizo hombre para venir en nuestro rescate: Jesucristo es Dios hecho hombre.
Jesús nació en un humilde pesebre en Belén hace poco más de 2000 años. Vivió una vida sin pecado, una vida santa, justa, agradable al Padre. A los 30 años se bautizó y comenzó su ministerio público. Anduvo por ciudades y aldeas de Palestina predicando la palabra de Dios, y haciendo milagros, que eran señales que lo identificaban como el Mesías prometido en el tiempo antiguo, sanando enfermos, y aún resucitando muertos. Jesús llamó a 12 hombres para que fueran sus apóstoles, y concentró su enseñanza en ellos. Mientras crecía su popularidad, las autoridades religiosas del momento se le opusieron y mostraron hostilidad hacia él, motivados por envidia.
Pero cumplido cierto tiempo, Cristo se encaminó hacia la cruz. Él se entregó voluntariamente en manos de aquellos que querían quitarle la vida. Luego de un juicio injusto fue acusado de ser un criminal y fue llevado hacia el Calvario. Allí en la cruz Jesucristo sufrió y murió, ofreciendo su vida, su sangre, para pagar por nuestros pecados.
En Isaias capítulo 53 leemos: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”
Dios no es ajeno al dolor: él lo experimentó en carne propia en la cruz.
En la cruz Cristo cargó con todos tus pecados, y sufrió en tu lugar, pagando así el precio de tu deuda con Dios.
Jesucristo murió y fue sepultado. Pero al tercer día resucitó. Tal como lo había anunciado. Tal como lo habían afirmado los profetas del antiguo tiempo.
Así fue como Dios respondió al problema del dolor y el sufrimiento humano: No fue a través de una explicación, sino de una encarnación. Se hizo hombre y vino. Vino a hacerse cargo de nuestros pecados, a quitar de en medio aquello que nos separa de Dios y nos condena.
Jesucristo se sacrificó por ti y gracias a él hoy puedes recibir el perdón de tus pecados, y la paz con Dios. Tienes que tomar una decisión…puedes recibirlo, o puedes rechazarlo.
La Biblia dice en Juan 1:12 “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios”
Si te arrepientes de tus pecados, creyendo que Jesucristo murió por ti en la cruz y resucitó, serás salvo. Serás un hijo de Dios. Dios te perdonará, y comenzarás una nueva vida con él, una vida abundante y eterna. Y al terminar tu vida en ésta tierra, él mismo te recibirá en los cielos en gloria.
Éste es el evangelio, la buena noticia de Jesucristo. Ya la has conocido. ¿Qué haras?
Es mi ferviente oración que le recibas hoy mismo como tu Señor y Salvador para siempre.

Por Mauricio Amaral

martes, 6 de junio de 2017

Espadas



"Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza."
"Así aconteció que en el día de la batalla no se halló espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían."
1 Samuel 13:19 y 22

Al inicio del reinado de Saul no existían herreros en Israel. Este era un oficio que podía encontrarse exclusivamente en filas enemigas. 
Tanto era así que los únicos con espada en tierra de Israel eran el rey y el príncipe.
¡Que tremenda ventaja tenían los enemigos en esta situación! ¡Que estrategia más astuta!
Es muy difícil para un ejército prevalecer cuando muy pocos poseen espada... y por lo tanto muy pocos saben utilizarla.
La analogía es clara: Somos un ejército, un pueblo en batalla.
No sólo debemos todos poseer una espada sino que es fundamental que todos sepamos utilizarla bien, y aun más importante: tenemos que enseñar a otros a ser diestros en el manejo de la espada. No sea que un día queden pocos guerreros...
Que el Señor nos ayude a conocer su Palabra, creerla, utilizarla, enseñarla, trazarla bien... formar guerreros diestros que capaciten a otros.
En la iglesia hoy en día no faltan espadas, pero quizás si hacen faltan aún más instructores y aún más alumnos, que estén ávidos por conocer el arte de la batalla espiritual en la que estamos inmersos.
Que el Señor nos llene tanto de unos y como de otros.

Por Mauricio Amaral


miércoles, 31 de mayo de 2017

Armonía

Armonía



El Salmo 133 dice que es bueno y delicioso que los hermanos habiten juntos en armonía, pues allí Dios envía bendición y vida eterna. La clave de este pasaje parece ser la palabra “armonía”.
No es lo mismo “juntarnos”, que habitar en armonía… ¿verdad? Tratemos de entender esto juntos.


El concepto de “armonía” nos puede quedar más claro a partir del aporte de la música: la armonía se produce cuando la combinación de sonidos simultáneos y diferentes, dan como resultado un acorde, algo bello y agradable. La analogía nos habla elocuentemente: todos somos diferentes, pero estamos llamados a aportar cada uno su parte para dar lugar a la armonía.
Romanos 14 y 15:1-7 nos enseña qué es lo que debemos hacer y qué es lo no debemos hacer para contribuir a la armonía. El concepto de “el otro” es lo que queda claramente resaltado en el pasaje.
¿Qué tan a menudo pienso en el otro? ¿Con que frecuencia pienso en las necesidades del otro?

Teniendo ese concepto en mente, primero podemos considerar lo que NO HACER:
• No discutir con el otro acerca de cosas secundarias (14:1)
• No menospreciar al otro (darle menos valor que el que Dios le da) (14:3)
• No juzgar al otro para condenarlo (14:3)
• No poner tropiezo al otro (14:13)
• No ofender al otro (14:21)
• No debilitar al otro (14:21)
• No agradarme a mí mismo (15:1)
• No hacer que el otro se pierda, se extravíe del camino (14:15)
• No destruir la obra de Dios (14:20)

Puede parecer exagerado, pero si no me cuido, ¡mis actitudes pueden hacer que el hermano se extravíe, y se destruya la obra que Dios está haciendo en su vida!
Si al pensar con sinceridad admitimos ante el Señor que hemos fallado en alguno de éstos puntos… debemos arrepentirnos y decidir no hacerlo mas.

Pero a continuación puedo considerar que HACER para habitar en armonía:
• Aceptar al otro tal como es… tal como Cristo me aceptó a mi (14:1 y 15:7)
• Andar conforme al amor (14:15)
• Seguir lo que contribuye a la paz (14:19)
• Seguir lo que contribuye a la mutua edificación (14:19)
• Soportar las flaquezas del otro (15:1)
• Agradar al otro en lo que es bueno, siendo amistoso, amigable. (15:2)

¿Te das cuenta? Para vivir en armonía es imprescindible tu contribución, tu participación activa. ¿Estarás dispuesto a dar lo mejor de ti para que esto sea posible?

¿El Señor puede contar contigo? ¡Que así sea!

Por Mauricio Amaral
Líder en la Iglesia Cristiana Evangélica
en José Belloni 4991
Montevideo-Uruguay

domingo, 28 de mayo de 2017

Subimos Juntos

Subimos juntos


No somos turistas. Estamos en una guerra.

No vamos de paseo por la pradera... mas bien estamos subiendo juntos una montaña. La gravedad se opone y es mas fácil dejarse caer...
Sí! Somos como alpinistas.

Cuando los alpinistas se enfrentan a un desafío peligroso se ayudan mutuamente. Escalan juntos. Están enganchados unos con otros para sostenerse. Pero eso implica una gran responsabilidad, porque mi vida esta unida a la de mi compañero de ascenso. Si por un momento decido soltarme...si me dejo caer... probablemente arrastraré a otros en mi caída.

Esta situación es comparable a nuestra vida cristiana. Estamos ascendiendo juntos. Es hermoso subir, pero no es nada fácil.
La altura, el viento, la gravedad, los obstáculos, el cansancio...todo nos juega en contra. Pero hay que seguir. Contra la corriente. Juntos.
Si me dejo caer arrastraré a otros. Sin dudas... eso ocurrirá.
Es una ilusión pensar que "esta es mi vida, si algo me hace mal, me hace mal solo a mí"
¡No! ¡Eso no es cierto!
Tu vida siempre arrastra a otros! Los empuja hacia arriba o los tira hacia abajo.
Vemos con tristeza hermanos que se dejaron caer... y en su caída arrastraron a otros que también se dejaron caer. Sin dudas que la responsabilidad es individual ante Dios... pero el ejemplo arrastra.
"El que conmigo no recoge, desparrama" sentenció el Señor Jesús con claridad.
Hermano querido: estamos juntos en este ascenso. Tu firmeza afirma a otros. Tu ejemplo inspira a otros. Tu entusiasmo anima a otros.

No te olvides. No es solo por ti...subimos juntos.


Por Mauricio Amaral
Líder en la Iglesia Cristiana Evangélica
en José Belloni 4991