Precio.
Miércoles 8 de abril de 2020.
Y les dijo (Judas): ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata.
Mateo 26:15
Resulta chocante el contraste entre la sincera devoción de María y la ruin traición de Judas Iscariote, entre el alto precio de aquel perfume y la miserable suma en la que fue tasado Cristo. Que un relato siga al otro, permite demostrar que se puede estar muy cerca y a la vez muy lejos, que la proximidad física no tiene nada que ver con la identificación espiritual.
Judas Iscariote era uno de los doce. Jesús mismo lo seleccionó para formar parte de su equipo. Estuvo con él durante los años de ministerio, escuchó su enseñanza y fue testigo de los milagros. Sin embargo no parece que hubiera entendido quien era realmente Jesús. Mientras los demás discípulos fueron percibiendo que era más que un Maestro, Judas nunca dejó de verlo así (Mateo 26:25,49).
Esa incredulidad resultó en una marcada apatía. No hace ninguna intervención relevante, a excepción del desacertado comentario sobre María de Betania, y por supuesto, su nefasta oferta de entregar al Señor. Por algo, cada vez que se listan los discípulos es mencionado último.
Judas Iscariote era uno de los doce. Pero no era amigo, ni siquiera creyente (Juan 13:11). El móvil por el que decidió entregar a Jesús es un misterio. Quizás fuera por avaricia (Juan alude a su interés por el dinero revelando que siendo tesorero del grupo, aprovechaba para robarles), aunque es poco probable dado el menguado botín que representaba. Treinta piezas de plata era apenas el valor de un esclavo (Éxodo 21:32), sin mencionar que, en su desesperado arrepentimiento, las terminó devolviendo.
Algunos siguieren que fue su ambición política, que seguía a Jesús buscando acomodarse en un eventual nuevo reino, pero al constatar la evidente renuencia de Jesús a levantarse contra Roma, decidió cambiar de bando. Otros aventuran que pretendía forzar al Señor a desplegar sus poderes para luchar, una vez que viera amenazada su vida.
¿Dinero, posición, patriotismo? Solo podemos especular. Pero sea lo que sea, hubo algo que, para él, valía más que Jesús. Desde hace siglos está planteada la discusión de qué es lo que determina el valor de las cosas. ¿Es el juego de oferta y demanda? ¿Es el trabajo que requiere fabricarlas? ¿Depende de la utilidad, rareza o escasez? Todo eso influye, y factores subjetivos también.
Sobre lo que no hay discusión es que el ser humano se mueve en base a lo que considera más valioso. Jesús lo había resumido en una sencilla declaración: “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:19-21). Es por esto que alentó a sus seguidores a no deslomarse por las cosas que están sujetas al deterioro, el robo, las crisis, o que en el mejor de los casos, quedarán acá. Mejor hacer tesoro en el cielo, mejor trabajar por lo que “a vida eterna permanece”.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3:1-2
Por Pablo López
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