Propiciación.
Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Lucas 23:33
En 2004 se estrenó “la Pasión” de Mel Gibson. El filme tuvo amplia repercusión, aunque fue objeto de feroces críticas. Una de las principales era la extrema violencia que mostraba, especialmente, el brutal castigo propinado a Jesús desde su arresto, hasta la crucifixión. Por más duro y acostumbrado que esté un espectador a ver sangre en la pantalla, es casi imposible que no se impresione con la crudeza de las imágenes. Sin embargo, según los historiadores, es poco probable que algo de eso sea exagerado.
Lo interesante es el contraste con la visión de los evangelistas. No dedican demasiadas palabras a los sufrimientos físicos del Señor, ni se detienen en describir las atroces torturas a las que fue sometido. No porque no hayan sido muchas y muy duras, sino porque su atención está centrada en otro aspecto, mucho más crucial: las causas y consecuencias de la cruz. En efecto, las Escrituras revelan que la cruz de Jesús fue planeada, era necesaria y debe ser movilizadora.
Fue una cruz planeada. La cruz no tomó por sorpresa a Jesús. No fue consecuencia de circunstancias desafortunadas, no fue la traición de Judas, ni la envidia de los líderes judíos, ni la negligencia de Pilato, ni la crueldad de Roma. Era la voluntad del Padre. La cruz fue decidida antes de la fundación del mundo. El Hijo había sido designado como el Cordero de Dios, sin mancha y sin contaminación, que quitaría el pecado del mundo; su sangre, el precio para rescatar la humanidad de una vida vacía y sin sentido.
Jesús vino para entregar su vida en la cruz y así abrir el único camino por el cual los seres humanos pueden acercarse nuevamente al Padre. Jesús dijo “Yo soy la puerta”. “Yo soy el camino”. “Nadie viene al Padre si no es por mí”. Solo aquellos que, arrepentidos de sus pecados, confían en su sacrificio a favor del pecador, pueden encontrar perdón y paz con Dios.
Era una cruz necesaria. Varias veces Jesús anunció que era necesario que todo esto aconteciese. La cruz era ineludible no solo para cumplir las profecías, sino porque Dios había establecido que “el salario del pecado es la muerte” y que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. Era necesario que Jesús fuese “la propiciación por nuestros pecados”. Propiciar es expiar, quitar, es el medio por el cual el pecado es cubierto y remitido. Solo Cristo, como Hijo de Dios, santo y sin defecto, podía ofrecer este “sacrificio perfecto” que la justicia de Dios exigía para librar de la muerte a todo el mundo.
Jesús tomó nuestro pecado sobre sí mismo y murió en nuestro lugar. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” 2 Corintios 5:21. En base a ese sacrificio sustitutorio, Dios puede justificar por su gracia al pecador que cree.
La cruz debe ser movilizadora. Con los siglos, la cruz pasó de ser un instrumento de tortura y muerte al símbolo que para muchos representa la fe cristiana. Sin embargo, la cruz sigue desafiando a los discípulos de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”, dijo. Es un llamado a comprometerse con su causa, aún si demanda perder la vida, porque es la única forma de hallar la verdadera. Ahora la pelota está en nuestra cancha.
¿Y qué podré yo darte a ti,
A cambio de tan grande don?
Es todo pobre, todo ruin,
Toma ¡Oh Señor! Mi corazón.
HYC262
Por Pablo López
No hay comentarios:
Publicar un comentario