viernes, 19 de marzo de 2021

Jeremías 8

 Capítulo 8: El castigo inevitable

1. Los enemigos demostraron su poder profanando las tumbas de los antiguos héroes al invadir una nación. Dios mismo es avergonzado en este cautiverio, porque los siervos del pasado tienen su historia despreciada por los perversos caldeos. El castigo se vuelve inevitable y el profeta Jeremías continúa describiendo el devastador castigo. Incluso las aves migratorias conocen el camino y el tiempo para irse o regresar, pero el pueblo de Judá no encuentra el camino del arrepentimiento. Los entendidos del pueblo, los escribas, no conocen el camino de Dios. Los sacerdotes y profetas están envueltos en la codicia. Hay una predicación engañosa, una ilusión que se enseña como consuelo. Sin embargo, no habrá paz. La vergüenza no motiva a los falsos profetas. Ellos no tienen fruto para ofrecer, así como no quedará ni fruto ni personas en la tierra (v.1-13).

 

“Después de acabar con las ilusiones del pueblo sobre el templo, Jeremías desenmascaró a los falsos profetas que constantemente se oponían a su ministerio y que estaban haciendo que el pueblo se desviara. En esta sección, el profeta planteó una serie de preguntas, pero toda la proclamación gira en torno a una sola pregunta: "¿Por qué la nación no volvió a Dios?"[1]

 

2. Pecar contra Dios resulta en muerte, pero el arrepentimiento resulta en vida. Los pueblos de Israel y Judá tuvieron tiempo de arrepentirse, pero no quisieron, por lo que el castigo es inevitable. Dan está al norte y de allá ya vino la destrucción. El reino del norte fue al cautiverio de Asiria y el reino del sur irá al cautiverio de Babilonia. Los caldeos son como serpientes venenosas (v.14-17).

 

3. El profeta se entristece, pero no tiene nada que hacer, además de anunciar el juicio, orar por el pueblo y llorar. Dios, como si tuviera que dar explicaciones al profeta, justifica Su juicio mostrando la indiferencia del pueblo para con el Rey, Él mismo, volviéndose idólatra. Las aves se van en invierno y regresan en otoño para sobrevivir. En cuanto al pueblo de Judá, pasó el verano, también pasó la temporada de la cosecha, pero no se salvaron, por lo que el profeta está espantado. La ciudad de Galaad era conocida por el bálsamo de calidad que se elaboraba allí. Sin embargo, no hay cura para la obstinada desobediencia de Judá (v.18-22).



[1] Comentário Bíblico Expositivo do VT, Vol. 4, pg. 108-109 – Jr 8.4-22– Warren W. Wiersbe (Editora Geográfica – 1ª edição 2006)

 

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