Capítulo 8: El futuro de Jerusalén
Dios no abandonó Su plan. Hizo promesas a Abraham, Isaac y Jacob y no desistió de llevarlo a su cumplimiento un día. El celo de Dios le provocó indignación. Algún día, Jerusalén será conocida por su fidelidad a Dios. La mención de que habrá ancianos en las plazas indica que no habrá muerte. También habrá niños jugando, indicando que no habrá muerte de los pequeños, tan común en las guerras. La maravillosa relación de Israel como pueblo único de Dios volverá a ser vista por el mundo. Lo que el pueblo debe hacer ahora es escuchar a los profetas que dicen que deben reconstruir la Casa del Señor. La verdad del territorio, el trono y el reino de Israel nunca cambiará, pero lo que los judíos de hoy deberían hacer es aceptar a Jesús como su Salvador. Los días previos al exilio fueron de daños y violencia, pero la promesa posterior al exilio era de prosperidad. Las naciones serían bendecidas por la prosperidad de Israel como se lo prometió a Abraham. Así como Dios estaba decidido a castigar a la nación, ahora está decidido a bendecir. La actitud de los judíos debe cambiar. Deben practicar la justicia. El ayuno se transformará en días de fiesta y alegría. Cuando el pueblo de Dios vive en obediencia, otros pueden ser atraídos al Dios verdadero. Esto, de hecho, sucederá en el reino de Cristo en la tierra (v.1-23).
“Llega un momento en que se agota la paciencia de Dios (Isaías 55:6, 7) y se decreta el juicio. Los cánticos del templo se convertirían en canciones fúnebres con llantos y lamentos, y en todas partes habría cuerpos que no recibirían un entierro decente. Sería una cosecha amarga para Israel cuando la nación cosechase lo que había sembrado. Las personas quedarían tan trastornadas que no serían capaces ni de discutir la tragedia. El silencio reinaría sobre la tierra ".[1]
[1] Comentário Bíblico Expositivo do VT, pg. 456 – Zc 8.1-3 – Warren W. Wiersbe (Editora Geográfica – 1ª edição 2006)
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