Capítulo 8: La mujer adúltera. Jesús, la Luz del mundo. Jesús es más grande que el padre Abraham
1. Jesús pasó la noche en el monte de los Olivos, como era su costumbre cuando estaba en Jerusalén. Un día volverá y pisará con sus pies ese monte el cual se abrirá. Necesitamos conocer más a Jesús en este monte. Después de discusiones con los fariseos, que siempre terminaban con acusaciones en su contra y un intento de arrestarlo, Jesús se retiraba al monte de los Olivos. El creyente necesita retirarse más cuando es acusado, afligido o agraviado. Hay refugio en el Señor (v.1).
2. Muchos escribas debían responder las dudas del pueblo, pero no olvidemos que ellos acababan de decir que el pueblo no sabe nada. No es de extrañar pues tenían los peores profesores. Jesús es el maestro por excelencia. Dondequiera que llegaba, la gente quería escucharlo (v.2).
3. El hombre natural quiere justificarse a sí mismo ante los demás y ante sí mismo, sin embargo, olvida que solo Dios puede justificar al pecador por medio de Jesucristo. Los fariseos querían justificarse ante Aquel que decía ser Dios, así que consiguieron a alguien a quien acusar, en este caso, una mujer sorprendida en adulterio. El hombre, sorprendido, huyó o no quisieron traerlo por conveniencia. Es mucho más fácil lidiar con el pecado propio buscando ejemplos de personas peores, pero el pecado es individual y cada uno deberá dar cuenta ante Dios por sus propias acciones (v. 3-4).
4. Intentaron poner a Jesús en un gran dilema: la Ley de Moisés ordenaba apedrear (Deuteronomio 22:23-24), sin embargo, si Jesús hiciera esto, entraría en conflicto con la Ley Romana, que prohibía tal acto. Con eso, estaban resolviendo dos problemas. Uno sería desenmascarar a Jesús frente al pueblo. Si Él perdonase a la mujer, iría contra la Ley de Moisés y no podía ser Dios, porque la Ley viene de Dios. Ellos también resolverían su propio problema con el pecado, porque nadie podía, en ese momento, ser peor que la mujer adúltera. Así es el hombre con sus justificaciones para no acercarse a Dios. Siempre piensa que hay gente más pecadora. Es inútil tratar de afirmar lo que Jesús escribió en la arena, pero es la única mención de la escritura de Jesús. En Núm. 5 hay un relato de cómo hacían en un caso como este, era la “prueba del agua amarga”. Este método ya no se usaba en la época de Jesús (v. 5-6).
“La historia de la mujer sorprendida en adulterio y llevada ante el Señor Jesucristo para juicio es un incidente rico en significado espiritual. A pesar de un fuerte consenso entre los eruditos de que este texto debería excluirse del evangelio de Juan, el poder inherente de la historia en sí y su conexión inconfundible con la verdad permanece inalterada. Como el resto de las Escrituras, este texto produce un beneficio espiritual sustancial para quienes lo estudian con un respeto genuino por su integridad y autoridad divina”.[1]
5.Muchos debían vivir en adulterio. La conciencia acusó a todos. ¿Cuántos de allí deberían haber sido apedreados y nunca lo fueron? Los mayores tenían más pecados y por lo tanto más peso en sus mentes. El pecador necesita ser bombardeado con mensajes sobre el pecado y la falta de justificación ante Dios. Si la gente no teme a Dios, no tienen necesidad de preocuparse por sus propios pecados. Jesús, sin embargo, desafió a las conciencias dormidas a reflexionar sobre sus propios pecados (v.7-9).
6. Jesús solo levantó los ojos después de que todos se fueron. Despidió a la mujer en paz, pero el pecado continuó horrible para Él, porque es santo. El más ofendido es el mismo Jesucristo. La mujer pecó contra Su Ley. Él es el único que puede perdonar. Perdonó a la mujer, no solo por la misericordia del momento, sino bajo la promesa de Su muerte en la Cruz que pronto vendría. Solo hay perdón y justificación cuando el pecador acepta a Cristo como su único y suficiente salvador (v.10-11).
7. El mundo ha estado en tinieblas desde que Adán y Eva pecaron y se apartaron de Dios. Aunque el mundo está en tinieblas, hay testigos en toda la naturaleza de que existe un Creador. Jesús es la máxima revelación de este testimonio. Jesús es la luz del mundo y quien no lo siga seguirá sin rumbo y en tinieblas. Nadie más tiene esta credencial excepto Jesús. Alguien no acreditado es un impostor. Si alguien habla de sí mismo, es arrogante y pretencioso. ¿Jesús tendría las credenciales para hablar de sí mismo? Sí, él es Dios. El mismo Padre lo acreditó en el bautismo de Juan el Bautista (v.12-13).
8. Anteriormente, Él usó otros testimonios para sí. Aquí no quiso. El único testimonio que usó fue el del Padre, él es Dios y sabe de dónde vino y adónde va. El autoconocimiento te da una credencial. La filosofía dice que las tres preguntas más importantes del hombre son: "¿De dónde vengo, qué estoy haciendo aquí, y para dónde voy?" Todos los hombres sin Cristo están desorientados. El problema del hombre es que solo puede ver con sus ojos físicos. La credencial de Jesús no está estampada en ninguna tarjeta de presentación, sino que es espiritual. Solo aquellos que aceptan Su testimonio pueden creer Su credencial. Jesús puede testificar por sí mismo y, además, tiene la confirmación del Padre. Ninguno de los oyentes duda de la credencial del Dios invisible, sin embargo, están dudando del Jesús visible en cuerpo y obras. No vino a juzgar, sino a salvar (v.14-16).
9. El testimonio de Jesús respeta la ley judía de aceptar solo el testimonio de al menos dos personas. Él es acreditado por el Padre. Ellos mismos pudieron juzgar por lo que escucharon en el bautismo de Jesús, como los fariseos enviaron personas acreditadas para observar. También podían juzgar por las obras que Jesús hizo entre ellos. Endurecieron sus corazones con la pregunta: "¿Dónde está tu Padre?" Podían ver, pero se negaban a admitir que Él solo podía ser la luz del mundo. No hay duda sobre su credencial. La evidencia era clara. Jesús les respondió que si lo aceptaban verían a su Padre. Jesús es la luz del mundo. Esta es Su credencial. Todos los que están ciegos y sin luz pueden ver porque la luz de Dios descendió al mundo para sanar toda ceguera (v. 17-20).
10. Otra credencial de Jesús es Su origen. Él es de arriba. Ellos morirían en sus pecados si no lo aceptaban. Pensaban que se iba a suicidar. Todavía estaban rechazando Sus credenciales, por lo que no querían aceptar que Él volvería al cielo de donde Él es. El problema no es la falta de entendimiento, sino el pecado de incredulidad y dureza de corazón (v.21-23).
11. Él es el eterno "Yo Soy". Esta es la credencial que le dio a Moisés la autoridad para presentarse ante Faraón, pero no significa que el soberano de Egipto lo aceptó. Asimismo, Jesús se presenta a sí mismo como el Dios eterno, pero no significa que los fariseos lo aceptaron (v.24 con Éxodo 3:14).
12. El mensaje en ese momento ya no era salvador para ellos, al contrario, era condenatorio, ya que eran reacios a creer en Jesús como el Dios eterno, el gran YO SOY. La gracia de Dios es presentada, pero algunos la resisten y sufren las consecuencias. Desde el principio Jesús ha estado diciendo que Dios es Su Padre, pero ellos no lo aceptan, y el resultado fue que su rechazo los cegó. Si por muchas oportunidades las personas rechazan, pronto se vuelven ciegos a verdades tan claras. Los fariseos preguntan cínicamente a Jesús de dónde es (v.25).
13.Jesús ya podía decretar la condenación de los fariseos, pero Él, insistentemente, trataba de ganarlos. Simplemente arrepiéntete y conviértete al Señor Jesús y serás salvo. Muchos están endurecidos por un orgullo que solo conduce a la perdición. Eran tan tercos con la idea de que Jesús no era Dios que ni siquiera se dieron cuenta de que Él hablaba del Padre. Tenga en cuenta la persona del verbo: "hayáis". Esto indica que los judíos levantarán a Jesús en la cruz. No importa mucho que los instrumentos fueron los romanos, la responsabilidad recae sobre los judíos como los que crucificaron a Jesús (v.26-28).
14. La obediencia de Jesús al Padre mantenía la credencial, porque el Padre siempre estuvo con Él. Jesús es de arriba y no podía hablar palabras que no vinieran de arriba. Los fariseos necesitan ver las profecías y saber que Él tenía todas las credenciales del Profeta prometido. A pesar de la incredulidad de los fariseos, muchos creyeron. Esto prueba que las credenciales de Jesús son verdaderas. Sin embargo, el Evangelio de Juan muestra personas que creen, pero no para salvación, ya que no tienen la intención de cambiar su estilo de vida. Ellos se maravillan de las palabras e incluso las encuentran hermosas, pero cuando Jesús profundiza en el tema del discipulado, demuestran que, de hecho, no se arrepintieron y no se convirtieron. Hay muchos que admiran a los creyentes y las enseñanzas de Jesús, pero no están dispuestos a entregarse por completo. Aceptan la credencial, pero no aceptan ser acusados. Es como el criminal que acepta la credencial del investigador, pero no se somete a la acusación de sus crímenes (v.29-30).
15. En el contexto de los judíos en relación con Jesús, permanecer en Él era el requisito para conocerlo y, en consecuencia, ser liberado. Los que “creyeron” deberían guiar su vida con las enseñanzas de Jesús y dejar de escuchar al Sanedrín, pues ya era evidente la falta de competencia de estos líderes. Las semillas germinan, pero no todos los frutos son buenos. Los que nacieron de arriba dieron fruto para la vida eterna, pero los fariseos germinaron hacia la perdición, ya que están ligados a la filiación humana de Abraham, pero sirviendo al diablo (v.31).
16. Jesús promete liberación, pero ¿liberación de qué? En el caso de los judíos, la libertad de la esclavitud de los padrones que parecen correctos, pero que son solo legalismo dictado por el Sanedrín y sus miembros, los fariseos y saduceos. La semilla de la verdad es la única que germina liberación y vida eterna (v.32).
17. Las mismas personas que “creyeron” no aceptan la semilla de la verdad. Quieren seguir a Jesús, pero continuar con sus propias obras. Estos dicen que “nunca fueron esclavos de nadie”. Esto no era cierto, ya que el pueblo de Israel fue esclavo de los babilonios, los egipcios, los asirios, los persas y, ahora, en cierto modo, son esclavos de los romanos (v. 33).
18 Abraham mismo nació en pecado, por eso, dependió de la fe. Él creyó y le fue contado por justicia. La simiente de la verdad crece regada por la fe en el Libertador, Jesucristo. Los judíos no quisieron aceptar este discurso, ya que pensaban que estaban libres de pecado (v.34).
19. No pudieron quedarse en la Casa del Padre porque son esclavos del pecado. Ningún pecador puede quedarse en la casa del padre porque no es un hijo, es decir, no es de la simiente del padre, es un esclavo. Un esclavo era fácilmente vendido y salía de la casa. Un esclavo no tenía domicilio fijo. Con el hijo es diferente, ya que el hijo pertenece a la casa. El Hijo tiene libertad. El Hijo es Jesús, no vendido al pecado. Él es libre y liberta. Todos los que son simiente de Cristo, o sea, nacidos de Cristo, pertenecen a la misma casa y pueden permanecer. Son libres (v.35-36).
20. La simiente de ellos era diferente y, por lo tanto, no aceptaron la simiente de la verdad. Eran descendientes de Abraham y en eso no hay nada de malo, porque Abraham creyó. Sin embargo, eran simiente física y no espiritual de Abraham, porque si lo fueran no tendrían la intención de matar a Jesús. La simiente de la verdad no estaba en ellos. Jesús tiene un Padre que es Dios, pero los judíos no siguen al mismo Padre, ya que tienen otro linaje. La simiente de la verdad no puede dar frutos de incredulidad y rechazo. La simiente física de Abraham no produce espiritualidad y fe, simplemente prueba que son judíos y este hecho no salva a nadie. Si fueran simiente espiritual de Abraham, practicarían las obras de Abraham (v. 37-40).
21. Los judíos pensaban que además de ser linaje de Abraham, eran linaje de Dios, ya que lo consideraban Padre. Se consideraban linaje puro de Dios, sin mancha alguna. Se consideraban raza pura y superior. No nos gusta pensar en los días de Hitler en absoluto, pero eso es exactamente lo que él predicó para matar a los judíos. Cada vez que alguien sobreestima su propia posición en la sociedad, termina subestimando a su prójimo. Dios no ve a las personas por su estatus social (v.41).
22 Jesús no solo presenta la simiente de la verdad, sino que también deja en claro que ellos no son la simiente espiritual de Abraham. Pensaban que el nacimiento físico en la simiente de Israel ya les daba el derecho a ser salvos. La prueba es siempre la Persona de Jesucristo y esto es en lo que tropiezan las sectas, ya que colocan a Jesús por encima de todos los hombres, pero por debajo de Dios. Si los judíos fueran la simiente espiritual de Abraham, serían simiente de la verdad y aceptarían a Jesús como Dios y Salvador (v.42).
23. No pueden entender el lenguaje de Jesús porque no son simiente espiritual que germina para vida eterna. La simiente carnal no puede germinar para vida eterna. Escuchan, pero no tienen discernimiento espiritual. Jesús habló claramente de la simiente que eran. Una mala semilla da malos frutos y toda la explicación está en este hecho. Son simiente de diablo y, por lo tanto, quieren matar a Jesús. Esa simiente maldita produce tres pecados mencionados en este versículo. El primer pecado es el egoísmo, el segundo es el asesinato y el tercero es la mentira. Pensando en Caín, sucedieron estos tres pecados. Solo pensaba en sí mismo, por lo que mató a Abel y mintió cuando dijo: "¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?" Los judíos solo piensan en sí mismos y quieren matar a Jesús y son mentirosos como se ve claramente en los Evangelios, especialmente en el juicio de Jesús. Como provienen de una simiente mentirosa, el diablo, los adversarios de Jesús no creen en Él (v. 43-45).
24. Nadie puede acusar a Jesús de pecado, porque Su simiente no tiene pecado. Él es el primogénito de Dios. Engendrado de Dios, no en el sentido de nacimiento, sino en sujeción al Padre. Los judíos obstinados son simiente del diablo y no creen en Jesús. Si fueran simiente de Dios, escucharían a Dios, pero son simiente del diablo. No aceptaron que Jesús era simiente divina, sino que lo acusaron de ser una simiente maldita de samaritano y del diablo. Los judíos, furiosos, maldicen a Jesús con las peores maldiciones de la época. Dijeron que era un samaritano, lo que significaba que la fe de Jesús era una fe corrupta, un hereje, y también dijeron que era un endemoniado, lo que indica que los demonios incentivan a Jesús a la herejía y la blasfemia (v. 46-48).
25. Jesús confirma que su simiente es divina. Los judíos, sin embargo, deshonraron a Dios al rechazar a Jesús. La gloria de Jesús fue confirmada por el Padre, Dios busca glorificar al Hijo y juzga su obediencia, aprobándola. Jesús continúa diciendo que "el que guarda mi palabra no morirá para siempre". Debían dejar que la simiente de la verdad y la simiente espiritual de Abraham germinaran en sus corazones. Los judíos confirmaron que eran la simiente del diablo. Su pregunta era: si Abraham y los profetas murieron, ¿quién es éste para decir esto? Ni siquiera creían que el padre Abraham y los profetas vivían. No consideraban las cosas de Dios (v. 49-53).
26. La gloria de Jesús viene directamente del Padre, ellos pensaban que eran simiente de Dios, pero no aceptaron a Jesús. Jesús conoce al Padre, pero los judíos no. Son mentirosos, ya que son de la misma simiente que el diablo. para el judío no era extraña la idea de que “Abraham se regocijó al ver proféticamente el día del Mesías en el sacrificio de Isaac. El problema es que Jesús dijo: "Abraham se regocijó de ver 'mi día'". En otras palabras, Jesús dice que es el Mesías esperado por Abraham (v.54-56).
27 Jesús ni siquiera tenía 50 años. Para conocer a Abraham debería tener al menos 1700 años. Jesús dice que él es el eterno "Yo Soy". Esto fue demasiado para los judíos. Eran la simiente de Abraham y justo en frente de ellos ese hombre dice que existió antes de Abraham. El hecho de que tomaran piedras para matarlo indica que estos judíos entendieron que Jesús estaba diciendo que Él es Eterno y, por lo tanto, que Él es Dios. Con esta actitud simplemente confirmaron que Jesús es un profeta, porque dijo que lo querían matar y lo acusaron de estar endemoniado (v.57-59).
[1] Problem Passages in the Gospel of John - Part IX: The Woman Taken in Adultery (John 7:53 - 8:11): Exposition - Zane C. Hodges, pg. 41 (Bibliotheca Sacra - January-March 1980)
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