Capítulo 6: La crucifixión del creyente con Cristo
1. Los capítulos 6-8 constituyen un descubrimiento importante para que vivamos en victoria. Es un hecho, aunque no físico, sino espiritual. Cuando Cristo murió, fue sepultado, resucitó y ascendió al cielo, los creyentes de todas las edades estaban con Él. Cristo en nosotros y nosotros en Cristo. Así tenemos la seguridad de la salvación y somos amados por el Padre. Si el Hijo fuese despreciado por el Padre, también lo serían los creyentes, porque están en Cristo. La victoria sobre el pecado está en la muerte con Cristo y su resurrección. La realidad del pecado no puede ser ignorada, sin embargo, tampoco podemos ignorar que el pecado no tiene más poder sobre nosotros que estamos en Cristo. El creyente no tiene que morir todos los días, porque Cristo no muere todos los días. Él murió solo una vez y nosotros morimos solo una vez con Él. La práctica repetida es considerarse muerto. Él vive en nosotros, y por eso podemos agradar a Dios. Cada vez que pecamos es porque Cristo no nos estaba controlando en ese momento. Esto sucederá muchas veces, pero no por la falta de Cristo en nosotros, sino por nuestra desobediencia. Hasta que Él redima nuestros cuerpos, seremos desobedientes varias veces (v.1-13).
“El pecado quiere ser nuestro amo. Encuentra un punto de apoyo en nuestra vieja naturaleza y, a través de ella, busca controlar los miembros de nuestro cuerpo. Pero en Jesucristo, morimos al pecado, y la naturaleza vieja fue crucificada, de modo que nuestra vida anterior fue desactivada. Pablo no describe una experiencia; declara un hecho. La experiencia práctica viene después ".[1]
2. La gracia de Cristo en nosotros nos permite agradar a Dios. Siempre que intentemos con nuestros esfuerzos agradar a Dios, pecaremos. Nadie peca cuando es controlado por Cristo y el Espíritu Santo. Esto significa que no siempre caminamos bajo la gracia, pero a veces caminamos en nuestras propias capacidades. De lo contrario, el mandamiento de caminar en el Espíritu para no satisfacer los deseos carnales no tiene sentido. Antes, pecábamos porque éramos impulsados solo por nuestra vieja naturaleza. Ahora, sin embargo, pecamos al no caminar dependiendo de la gracia de Cristo. Teniendo este recurso en nosotros, es decir, Cristo mismo, entonces, es posible que presentemos nuestros cuerpos para que Él los use. No siempre sucederá, pero no por falta de Cristo en nosotros, sino por nuestra desobediencia. Él lo sabe y no nos ama menos por nuestras derrotas. Somos nosotros los que nos equivocamos cuando pensamos que, si nos esforzamos, dejaremos de pecar. La paga del pecado siempre será la muerte. Cada vez que un creyente peca es porque se ha apartado de caminar en la gracia y el Espíritu Santo. La confesión te pone inmediatamente en el camino del Espíritu o caminando en el Espíritu. La lucha es constante, como veremos en el próximo capítulo (v.14-23).
[1] Comentário Bíblico Expositivo do NT vol 1, pg. 693 - Warren W. Wiersbe (Editora Geográfica – 1ª edição 2006)
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