Capítulo 4: Probando los espíritus y el amor de Dios
1. El apóstol siempre tiene la
preocupación de proteger a los creyentes de los falsos maestros. La iglesia
siempre está rodeada de peligros. Las falsas enseñanzas pueden comenzar con
invasiones, pero también pueden surgir de personas frustradas o heridas con
Dios y la iglesia. Juan se refiere a la enseñanza como espíritu, pues detrás de
cada enseñanza hay un espíritu, una disposición o motivación. La enseñanza
correcta tiene el espíritu correcto, porque proviene de Dios. La enseñanza
incorrecta siempre tiene motivos incorrectos que no siempre sabemos cuáles son
y casi nunca necesitamos saber. La única exigencia para la iglesia es si la
enseñanza es correcta o no, si debemos dar crédito o no (v.1).
“Juan ahora advierte a sus
lectores que muchos falsos profetas han salido por el mundo (1); de ahí vemos
que el problema se había vuelto urgente para ellos. El hecho de que se diga que
salieron parece implicar que eran los mencionados en 2:19 que habían partido, y
el tiempo perfecto del verbo griego indica que su actividad fue continua.
Evidentemente habían salido de la iglesia y afirmado que sus enseñanzas
heréticas eran inspiradas, por lo que los creyentes estaban en la obligación de
no aceptar, sin cuestionar, todo lo que les decían los hombres que ocupaban el
cargo de maestros, y, sí, era su deber probar los espíritus.”[1]
2. Había una enseñanza que incomodaba
a la iglesia, que era el Gnosticismo. Enseñaban que Jesús era un espíritu que
imitaba el cuerpo de un ser humano. Por lo tanto, Jesús no era real. Juan no
estaba limitando o definiendo la enseñanza falsa, sino que solo estaba dando un
ejemplo de su propio contexto de enseñanza falsa. Hay muchas otras enseñanzas
falsas además de la de no confesar que Jesús vino en la carne, es decir, la
Encarnación. Podríamos citar una enorme lista de falsas enseñanzas, sin
embargo, todas tienen en común la falta de un reconocimiento completo de la
Biblia, de cada Persona y Obra de la Trinidad, de la salvación por gracia, etc.
(v.2).
3. El espíritu del Anticristo ya
está en el mundo y, principalmente, en torno a la iglesia. Si bien todavía falta
un dominio más activo de Satanás en el mundo a través del Anticristo, lo que ya
está es su espíritu en el mundo, y aun en las iglesias, a través de falsos
hermanos, falsas enseñanzas, discordias, pecados no tratados y todo lo que es
malo y no sirve para edificación (v.3).
4. El creyente fiel y verdadero ya
es vencedor en Cristo Jesús. El Espíritu Santo nos advierte contra las falsas
enseñanzas y nos guía en la enseñanza correcta de la Palabra de Dios. Aunque
Satanás está trabajando insistentemente en el mundo y se abre camino en la
iglesia, el Espíritu Santo que habita en el creyente y en la iglesia es más
grande que el dios de este mundo, el Diablo. Es cierto que, al contristar al
Espíritu, Satanás gana fuerza y entrada en la vida del creyente, la iglesia y
la obra de Dios en general (v.4).
5. Juan vuelve a la amenaza de
los falsos maestros. Satanás y el mundo tienen su peso en las falsas
enseñanzas, pero debemos tener claro que la responsabilidad de los individuos
cuenta mucho. Por lo tanto, cada creyente es responsable de defenderse de las
falsas enseñanzas y cada falso maestro será responsable de sus acciones
heréticas en la iglesia. El mundo tiene simpatía por las falsas enseñanzas
religiosas. Al mundo, de hecho, le gustan los asuntos espirituales. La muerte
de la religión es un concepto erróneo de algunos ateos. La religión siempre
será el buque insignia para la entrada y permanencia del Anticristo en la
tierra y en el gobierno humano. Por lo tanto, la iglesia debe estar preocupada
si hay una aceptación del mundo hacia nosotros, porque Jesús dijo que el mundo
nos aborrecería. Si las iglesias no están causando odio en el mundo no es,
propiamente, por hacer una buena propaganda, sino por negociar verdades
absolutas de la Palabra de Dios. Juan puso como parámetro del espíritu de
verdad y del espíritu de error, el hecho de que la gente nos oiga y que la
gente no nos oiga. Por supuesto, oír aquí se refiere a la atención positiva o
aceptación del mensaje del evangelio tal como es. Mucha gente que viene a la
iglesia plantea algunas dudas: ¿Se están convirtiendo o nos están oyendo porque
el mensaje no es absoluta y genuina Palabra de Dios? ¿Se están cambiando vidas
o la iglesia está cambiando según los conceptos del mundo? Debería ser
preocupante cuando la gente dice que les gusta nuestra iglesia y no deberíamos
alegrarnos tan rápido (v.5-6).
6. El apóstol del amor se ganó
merecidamente este título, pues, aunque ya ha hablado sobre el amor de unos a
otros, el tema vuelve mostrando que la esencia de Dios es el amor. No debemos
pensar que Él no puede ser justicia porque Él es amor. Los atributos de Dios
nunca chocan entre sí. El amor es un atributo de Dios comunicable al hombre. El
creyente muestra amor porque lo ha recibido de Dios y la no demostración del
amor pone en duda la filiación (v.7-8).
“Juan dice: 'Dios es amor', no
dice 'El amor es Dios'. Nuestro mundo, con su punto de vista común y egoísta
del amor, ha ignorado estas palabras y ha contaminado nuestra comprensión del
amor. El mundo piensa que el amor es lo que nos hace sentir bien, y está
dispuesto a sacrificar los principios morales y los derechos de los demás para
obtener dicho 'amor'. Pero en realidad esto no es amor, sino todo lo contrario al
amor; es egoísta. Y Dios no es ese tipo de 'amor'. El verdadero amor es como
Dios: santo, justo y perfecto. Si realmente conocemos a Dios, debemos amar como
Él ama”.[2]
7. Dios no exige planes,
estrategias o creatividad para amar, pues nuestra demostración de amor es simplemente
el impulso que tenemos de Él que nos amó con amor sacrificial y sustitutivo. El
amor de Jesús en la cruz da vida a todo aquel que cree. El hombre no puede amar
a Dios si no acepta primero la salvación de sus pecados a través de Jesucristo,
la propiciación por los pecados. La propiciación se refiere al poder de la
muerte de Cristo para hacernos aceptables ante Él. No nos acepta por lo que
hicimos, sino por lo que Él hizo. Por lo tanto, Dios no nos exige que demos lo
que no tenemos, sino lo que tenemos. Todo el que alguna vez ha creído en Jesús
como su salvador tiene amor en sí mismo, porque ha sido derramado sobre él. La cuestión
no es el pago por lo que Él ha hecho por nosotros y ni siquiera el
reconocimiento, es más que un compromiso, es una motivación espiritual que nos
lleva al amor. Cuando menos lo esperamos, ya nos estamos dando al prójimo,
porque es el amor de Dios en nosotros el que obra. El que ama poco es porque no
ha recibido suficiente amor, pero ¿cómo podemos decir eso del creyente que ha
recibido mucho amor del Padre? (v.9-11).
8. Ese amor de Dios que habita en
nosotros nos hace amar a nuestros hermanos y hermanas. Aun sin haber visto a
Dios, lo tenemos muy real en nuestra vida. Por supuesto, aunque el amor sea de
Dios, este amor obra en nosotros, seres que todavía somos imperfectos. Por
tanto, el amor de Dios se va perfeccionando en nosotros, o quizás sea mejor
decir que nos estamos perfeccionando en ese amor. El Espíritu Santo es quien
hace posible todo esto. Él es la garantía de que amaremos a nuestro prójimo. El
escritor, Juan, nos asegura la veracidad del amor de Dios a través de Jesús,
porque vivió con Jesús y lo vio dar Su vida por nosotros en la cruz (v.12-14).
9.Juan vuelve a la declaración de
fe sobre la divinidad de Jesús. Muchos, aún hoy, tropiezan con este punto o
esta declaración de fe. Las personas y las religiones reconocen a Jesús como un
buen hombre, un gran profeta, pero se quedan en eso, no lo reconocen como Dios
y no ponen su fe en Él y en Su obra sustitutiva (v.15).
10. Ahora que ya creemos en el
Señor y creemos que Él nos ama, no pasaremos por el juicio, llamado el Juicio
Final o el Gran Trono Blanco, porque este juicio será solo para los incrédulos.
El único tribunal donde el creyente será examinado, juzgado y recompensado es
el Tribunal de Cristo. Cuando practicamos el amor de Dios, demostrándolo en nuestras
relaciones, no nos avergonzaremos. La osadía o confianza es lo opuesto al temor.
El amor de Dios nos fortalece y vence el temor. El castigo es un tema que no
nos concierne, así como la culpa, porque si vivimos en el amor de Dios permanente
en nosotros, ¿por qué temer? Por supuesto, este temor no está relacionado con
los miedos comunes a las tormentas, los ladrones, los accidentes, etc. Tenemos
que prevenir ciertas situaciones y lidiar con ellas cuando ocurren. El temor
aquí es por el juicio y el castigo. Es como un niño que camina en obediencia o
un estudiante que hace su tarea, no hay nada que temer. No hay temor cuando el
amor de Dios nos controla. El que ama obedece y el que obedece no teme
(v.16-18).
11. No hay manera de que podamos
amar a Dios primero, y no hay manera de que podamos amar a nuestro prójimo sin
que el amor de Dios se derrame en nosotros a fin de equiparnos con amor. Una
prueba de nuestra comunión en el amor de Dios es el amor a los hermanos. No es
posible amar a Dios y no reflejar ese amor al prójimo, porque cuando estamos
unidos a Dios en amor, nos convertimos en una filial de Dios en el mundo,
amando a las personas. El amor a Dios, incluso invisible, es real, pero el odio
a las personas, incluso invisible, también es real. Por lo tanto, la
demostración del amor de Dios no pasará desapercibida, ni la falta de amor
pasará desapercibida. Se trata de caminar en la verdad y la obediencia
(v.19-21).
[1] Novo Comentário da Bíblia – 1 Jo 4.1 (Editado pelo Prof. F. Davidson,
MA,DD. Editado em Português pelo Rev. D. Russell P.Shedd, MA, BD, PhD – Edições
Vida Nova – São Paulo – SP – 2000)
[2] Comentarios de la Biblia del Diario Vivir – 1 Jo 4.8 - Compilado por
Maqui, (a) Rabí Gamaliel, 1997 EDITORIAL
CARIBE - Una división de Thomas Nelson - P.O. Box 14100 (extraído de e-sword
version 12.0.1 – 2019)
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