Capítulo 1: Luchas y recursos del creyente
1. Santiago era hermano de Jesús,
pero se presenta como siervo. Los creyentes a los que escribe estaban
esparcidos por todo el mundo conocido en el año 44 d.C. Hoy en día hay hermanos
en Cristo esparcidos por todo el mundo. Las luchas de la vida no son
agradables, pero Santiago dice que el creyente debe gozarse (v.1-2).
2. La razón del gozo está en el
resultado que las pruebas de fe producen. La perseverancia es uno de los
resultados. Con la perseverancia viene la perfección y la integridad. El
creyente está completo y no le falta nada para agradar a Dios (v. 3-4).
3. El creyente no queda sin los
recursos de Dios para las luchas de la vida. Dios da sabiduría, pero es
necesario pedirla en oración. Reprochar (despreciar, echar la cara). Salomón le
pidió a Dios sabiduría y esa debería ser nuestra prioridad en la oración. La fe
en la oración es la seguridad de que Dios responderá. Dios siempre responderá
"sí" a la solicitud de sabiduría. La falta de fe no es solo la falta
de un accesorio o adorno en la oración, es incredulidad. La incredulidad es
pecado. Aquellos que oran, pero no creen, están en conflicto mental y esto
resultará en una vida inconstante. Tener doble ánimo es como tener dos mentes
en guerra entre sí (v. 5-8).
4. No hay dignidad alguna en ser
pobre o rico. La dignidad del creyente pobre está en ser hijo de Dios y no en ser
pobre. Dios no eligió a los pobres ni a los ricos. Los ricos no son
insignificantes porque sean ricos, sino porque las riquezas solo tienen algún
significado en este mundo y no significan nada después de la muerte (v. 9-11).
5. Las tentaciones estarán aquí en
la tierra. El premio para la aprobación será en el futuro. No sabemos de qué se
tratan las coronas mencionadas en la Biblia como premios. Las tentaciones en sí
mismas no son un pecado, porque de ellas podemos salir victoriosos. Ceder a la
tentación es pecado. Dios no hace que nadie caiga en pecado. La codicia es un
“embarazo” no deseado que da a luz al pecado y este será un tormento para el
pecador. El pecado es el fruto maduro de la codicia (v. 12-15).
6. Es muy fácil dejarse engañar
por las apariencias. Hay cosas buenas que no se originan en Dios, sino que son apenas
placeres usurpados de las bendiciones de Dios. Hay placeres que parecen
bendiciones de Dios, pero son solo deseos egoístas. Las bendiciones de Dios no
sufren variación y no son tinieblas pecaminosas. Los salvos son los primeros
frutos de la regeneración. Ninguna criatura recibe la bendición de la
salvación, solo los seres humanos que creen (v.16-18).
7. La ira nos deja sordos. La
disposición a escuchar la Biblia resulta en justicia de Dios. Hay un tipo de
salvación que el creyente necesita. Es la salvación de la inutilidad de la vida
cristiana. Esto se obtiene al obedecer la Palabra de Dios y santificarse a
través de ella. Si hay una acumulación de malas actitudes en la vida del creyente,
solo la obediencia a la Palabra de Dios puede hacer la limpieza (v.19-21).
“No podemos responder a las
pruebas quejándonos y enojándonos por ellas. Santiago aconseja a sus lectores
que permanezcan en silencio, en calma y escuchen de manera sumisa la Palabra de
Dios ”.[1]
8. Escuchar la Palabra de Dios,
solamente, no trae transformación de
vida. Es un engaño contra el alma misma. Oír la Biblia y no practicarla es como
mirarse en el espejo. Saliendo de allí, ya no sabemos cómo estamos. Dios
bendecirá al creyente que obedezca la Palabra perfecta y liberadora. Aquellos
que no obedecen la Palabra son esclavizados por el pecado y esclavos de sí
mismos (v.22-25).
9. Un ejemplo de obediencia a la
Palabra es el control de la lengua. Como manzanas de oro con figuras de plata, es la palabra dicha como
conviene (Prov. 25:11). Otros ejemplos de obediencia a la Palabra son cuidar de
los que sufren y separarse del mundo (v.26-27).
“Hay muchos tipos de religión
en el mundo, todas las cuales están destinadas a acercar al hombre a Dios. La
mayoría de estas religiones son de origen humano. Algunas atienden a algunas
clases de personas. Algunas son de naturaleza esencialmente social. Otras
existen para enriquecer a sus líderes. La mayoría de las religiones del mundo
son, en mi opinión, una mezcla de ideas humanas mezcladas con un poco de verdad
aquí y allá. Omiten mucha verdad y se desvían de la voluntad de Dios. La
religión sin mácula es la enseñanza de las Sagradas Escrituras. Mucho más que
eso, es la práctica de esta verdad”.[2]
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