Capítulo 2: La acepción de personas. La fe siendo justificada por las obras
1. Pablo se dirigió a Tito
diciendo que nuestra fe es "común" (Tito 1:4). Judas se refiere a la
"salvación común" (Judas 3). Esto significa que todos los creyentes
están vinculados a la misma salvación y a la misma fe. Por tanto, sería
totalmente irracional hacer alguna distinción entre creyentes. Si la gloria de
Jesús es la misma, todos recibimos la misma gloria (v.1).
2. Santiago está escribiendo a creyentes
esparcidos debido a la persecución. Por tanto, hay muchos creyentes de
diferentes lugares y costumbres reunidos y mezclados en diferentes ciudades.
Aquellos que vienen escapando no siempre vienen con riquezas, sino que, casi
siempre, solo andan con la ropa que llevan puesta. Al reunirse con los
creyentes locales, la diferencia social será notoria. Alguien ya establecido en
un lugar, evidentemente, tendría más posibilidades de tener comodidad, ropa y
bienes (v.2).
3. La Palabra de Dios reconoce
las diferencias sociales entre los creyentes, pero no admite faltas de respeto.
Si los creyentes trataran a las personas con deferencia a las personas con más
recursos de este mundo, actuarán de la misma manera que los incrédulos. En el
mundo de los negocios y la competencia no hay lugar para los más débiles
financieramente (v.3).
4. Los rituales de honor para los
ricos no son necesariamente incorrectos, pero el problema es preferir a los
ricos en detrimento de los pobres. Todos en la iglesia deben ser honrados, pero
no por ser ricos o pobres. Podríamos decir que este honor se podía hacer en
relación al anciano (en edad), pero nunca al rico (v. 3).
5. Al hacer este tipo de juicio,
que es un pensamiento maligno, el creyente se pone en el lugar de Dios que
exalta a uno y humilla al otro. Los hombres no están en condiciones de hacer
tal juicio (v.4).
6. Muchos en la iglesia eran
pobres. También había ricos, pero con la persecución de los cristianos, sus
propiedades fueron confiscadas. Los que permanecieron fieles al testimonio se
hicieron pobres. Por tanto, se puede decir que los creyentes eran pobres. Pero
al mismo tiempo podemos decir que los creyentes son ricos, ya que heredarán el
reino maravilloso donde el conocimiento de la gloria de Dios llenará toda la
tierra "como las aguas cubren la mar" (v.5, Hc 2:14).
7. Los creyentes estaban
mostrando cortesía hacia aquellos que no amaban el evangelio y que tenían el
poder de llevarlos a los tribunales debido a este evangelio. ¿Cómo pueden ahora
ensalzar a sus perseguidores y humillar a sus hermanos? (v.6).
8. Jesús dijo que
"difícilmente un rico entrará en el reino de Dios" (Marcos 10:23).
Los creyentes no deben tener más respeto por un blasfemo del nombre de Dios que
por un hermano en Cristo. A la vez que el creyente no debe hacer acepción de
personas, debe preferir a los hermanos de la fe. El creyente no le falta el
respeto a nadie, sino que honra a quienes deben recibir honra (v.7).
9. El Señor Jesús es nuestro rey.
Él nos dio el mandamiento de amar a nuestro prójimo. El creyente no muestra
amor cuando humilla a alguien. A cualquiera le molesta la falta de
reconocimiento. La humillación separa a los hermanos. Ni los ricos deben ser
humillados ni los pobres. Dios nos llamó a demostrar amor por ambos (v.8).
10. La ley de Dios grabada en
nuestros corazones mediante la ley real, que es la ley del amor, nos reprende
cuando hacemos acepción de personas. Es una transgresión contra la ley del
amor. El creyente no está bajo la ley de Moisés, pero esto no significa que no
esté bajo esta ley en términos de normas morales. La ley de Cristo elevó el estándar
moral. Si antes no podía matar a alguien, ahora ni siquiera puede humillar con
palabras. Si antes no podía cometer adulterio, hoy ni siquiera puede mirar con
malas intenciones. La ley de Cristo no facilitó que el pecador pecara, sino que
se completó no solo en la apariencia externa, sino también en los motivos del
corazón. Errar en un punto es errar en toda la ley (v. 9-11).
11. Algunos creyentes mal
informados pueden sentir que era solo la ley de Moisés la que requería
rendición de cuentas. No, la ley de la libertad nos da la libertad de
comportarnos de una manera santa, lo cual era imposible con la ley de Moisés.
Sin embargo, ante la ley de la libertad, o también conocida como la ley de
Cristo, el creyente debe rendir cuentas. En el asunto de la acepción o
aceptación de personas, el Señor nos está mirando y seremos juzgados en el
tribunal de Cristo (v.12).
12. No se habla de misericordia
cuando se trata de juicio. El juicio se lleva a cabo según las obras de cada
uno. El Señor Jesucristo en Su tribunal sería injusto al no reprender al que
hacía acepción de personas en la iglesia y en la vida diaria. La justicia de
Dios exige que el juicio sea justo. El que mostró misericordia a los pobres
triunfará en el día del juicio en el tribunal de Cristo y ciertamente recibirá
una recompensa (v.13).
13. Santiago no está
menospreciando la fe, sino simplemente comparando con la utilidad de la fe en
relación con las personas. La fe es subjetiva, interna y espiritual en la
relación entre el hombre y Dios. En relación con los demás, la fe es algo
intangible. No hay un medidor de la fe. Las obras no miden exactamente la fe,
sin embargo, dan una idea de la comprensión de la vida cristiana. La pregunta
de Santiago no puede ser tomada fuera de contexto, de lo contrario seremos herejes.
La pregunta es retórica; La respuesta debe ser no". La fe no puede salvar.
¿Pero salvar de qué? En cuanto a la soteriología, es precisamente la fe la que
salva, o podemos decir, la fe en la gracia de Jesucristo, el Salvador. La fe no
puede salvar al hombre delante de los hombres. El hombre solo justifica que es
útil en este mundo cuando hace algo por otra persona. La fe, por ser subjetiva,
espiritual e interna, no puede demostrar el amor a las personas. Dios conoce
nuestro corazón, pero la gente solo conoce nuestras obras (v.14).
“En tiempos pasados, el libro
de Santiago se convirtió en tema de gran debate (como en la época de Martín
Lutero), pero generalmente ignoraron a Santiago a favor de libros 'más
teológicos' o 'más importantes' relacionados con la fe. Esto es algo
desafortunado que decir sobre cualquier libro, y especialmente sobre uno de los
libros más vibrantes de la iglesia primitiva. Últimamente, sin embargo, ha
habido varios despertares a la vitalidad del libro de Santiago.
Desafortunadamente, este despertar se debe en gran parte a un debate teológico
en los círculos evangélicos contemporáneos que enfatiza la interpretación en un
pasaje particular de Santiago, a saber, Santiago 2:14. Este debate a menudo se
denomina, entre otras cosas, “Lordship salvation” (Salvación por el Señorío). Esto se refiere directamente a comprender la
relación entre la salvación y la santificación. Dentro de este debate, hay frecuentes
apelaciones para comprender cómo ve Santiago la relación o define el tema de la
salvación y la santificación. Muchas de estas apelaciones son hipótesis
variables para la interpretación de varios pasajes ".[1]
14. Santiago ejemplifica la
inutilidad de la fe sin obras con el caso de alguien que tenga poca ropa y le
falte la comida básica. La fe no tiene el poder de abrigar a nadie ni de
alimentar al hambriento de pan. Uno puede sacar fácilmente este texto de su
contexto y decir que Santiago era un hereje. Pero el sentido común ya nos alcanza
para comprender que Santiago tiene toda la razón en sus pensamientos, ya que
son los pensamientos de Dios y que no está en contra de las enseñanzas de
Pablo, que también son las enseñanzas de Dios (v. 15-16).
15. La fe es inútil sin obras. De
hecho, si alguien no demuestra su fe en las obras, ni siquiera tiene fe. La fe
es una relación entre el hombre y Dios; y las obras son una relación entre el
hombre y su prójimo (v.17).
16. Si se lleva al extremo, ambos
están equivocados. Es decir, es imposible que alguien tenga fe sin obras y
obras sin fe. Uno depende del otro. El que es ferviente, es decir, que tiene
fe, esto lo demostrará a los hombres por medio de las obras. Y quien practica
las obras de Dios, solo puede hacerlo por la fe que lo impulsa. La caridad sin
fe no es más que humanitarismo, altruismo y, muy probablemente, un intento de
apaciguar la ira de Dios en el juicio (v.18).
“En Santiago 2:18b, Santiago
argumenta que puede mostrar su fe por las obras y desafía al interlocutor a que
muestre su fe sin obras, algo (yo sospecho) que Santiago no cree que sea
posible. Así, mientras el interlocutor cree que la fe no requiere obras,
Santiago argumenta que sus obras muestran fe. Para el interlocutor, la fe y las
obras son dos elementos distintos e inconexos. Al parecer, el interlocutor cree
que la confesión del monoteísmo demuestra fe (2:19). Para Santiago esto es
ridículo, ya que la misma confesión la hacen los demonios; la fe se demuestra
por las obras, no por la confesión. Esto hace que la visión del interlocutor
sea muy real y clara: fe y obras son dos cosas diferentes”.[2]
17. Nuestras creencias deben ir
de la mano con nuestras obras. Solo creer no justifica al creyente ante las
personas. Santiago toma un ejemplo muy extremo, los demonios. Ellos creen que
hay un solo Dios, aunque tratan de engañar a las personas con ídolos y
politeísmo. Los demonios creen en Dios, pero no ayudan a nadie. Pero los
demonios no actúan con fe. No muestran en sus obras que deben rendir cuentas a
este Dios único, aunque tiemblan a causa de esta verdad. Asimismo, el hombre es
muy necio cuando dice que cree, pero las obras son inexistentes (v. 19-20).
18. Santiago usa a Abraham como
ejemplo de fe y obras. El padre de la fe, como es llamado Abraham, creyó en el
Señor. Pero como prueba de su fe, ofreció a su hijo Isaac para el sacrificio.
Si no lo hubiera hecho, su fe sería inoperante. Abraham creyó y su fe lo
justificó. Pero solo sabemos que él creyó por causa de su acción. Actuó de
acuerdo con su fe. El pecador que dice creer en Jesucristo como Salvador
cambiará su idolatría en la adoración del único Dios, por ejemplo (v.21-23).
19. La conclusión es lógica. Si
alguien cree, actuará de acuerdo con su fe y esta acción se llama obras. Rahab
es otro ejemplo de fe y obras trabajando juntas. Creyó en el Señor Jehová, Dios
de los judíos. Pero esto solo lo sabemos por sus obras, es decir, la acción de
esconder a los emisarios de Dios. La fe es ineficaz cuando no hay acción, es
decir, obras. Si un cuerpo no tiene espíritu, muere. Por tanto, una fe sin
obras no se sostiene. Santiago no contradice al apóstol Pablo, simplemente da la
explicación de la fe. La fe es subjetiva, interior y espiritual. Solo Dios
puede ver la fe. Pero los hombres necesitan algo objetivo, exterior y material
y eso son las obras. Las obras no aumentan ni disminuyen la fe, solo reflejan
la fe (v.24-26).
[1] The Soteriology of James 2:14, pg. 69 – Tg 2.14 - Gale Z. Heide (Copyright
1997 by Grace Theological Seminary and Galaxie Software - GTJ—V12
#1—1991)
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