Capítulo 4: La purificación del corazón. El juicio humano. Los planes en las manos de dios
1. La pureza de corazón está
ligada a los relacionamientos humanos. Lo que pensamos de las personas y lo que
queremos de ellas que no es nuestro y cómo lidiamos con el tema de la envidia. Santiago
tiene la respuesta a las guerras. Él utiliza el método de hacer preguntas
retóricas. Las guerras y los conflictos no son solo entre naciones, sino entre
nosotros los creyentes. Tenemos que ocuparnos de inmediato del tema de la
envidia, ya que destruye todo compañerismo. Nuestros deseos son egoístas e inmediatistas.
Queremos cosas y las queremos ya. Esto provoca una guerra interior y se refleja
en las relaciones. Los deseos no son malos en sí mismos, lo que nos motiva a
perseguir nuestros deseos es lo que es malo. Como vimos en el Capítulo 3, la
envidia lleva a las personas a grandes disputas y problemas de relación. El
deseo de ver cumplidos nuestros deseos nos lleva a la guerra contra la fe y los
hermanos. Es importante señalar que la guerra comienza en nuestros miembros.
Nuestras acciones quedan determinadas por nuestros deseos. Esto significa que,
si purificamos nuestros corazones de deseos, tendremos paz con nuestros
miembros. Para controlar mis ojos, debo limpiar el corazón de los deseos de los
ojos (v.1).
2. Los deseos que nos llevan hacer
guerra son los mismos que nos dejan frustrados porque nunca se satisfacen. No
hay límite para el deseo y, en consecuencia, la codicia se convierte en un
estilo de vida frustrante, ya que, aunque adquirimos lo que tanto anhelamos,
aparece otro vacío en nuestra alma y, por eso, Santiago dice que codiciamos y
no tenemos nada. Los deseos no son solo egoístas, son crueles. Es posible matar
para saciar un antojo y aun así sentirse frustrado por no tener nada. Los
deseos están ligados a la envidia. Volvemos al punto de partida, la envidia
arraigada en el corazón produce deseos y contención insaciables. Ninguna
contienda y guerra puede traer victoria sobre nuestros deseos. Santiago dice
que no podemos lograr nada por desear, codiciar, envidiar y matar. ¿Qué falta
entonces? Falta tener intimidad con el Dios verdadero y pedirle, porque solo Él
puede satisfacer el deseo y la necesidad del hombre (v.2).
3. Pero el hombre cree que le
pide a Dios. Incluso el creyente puede engañarse. Muchas oraciones son la
manifestación desesperada de deseos impulsados por la envidia y la codicia.
Por tanto, es posible que el creyente pida mal, es decir, ore mal. La oración
incorrecta es aquella que está fuera de la voluntad de Dios. Jesús dijo que
todo lo que pidamos lo recibiremos, pero es evidente que la oración debe estar
dentro de los planes y la voluntad de Dios para que tenga efecto (v.3 ver Jn
16:23 y Sal 37: 4).
“Cuando oramos de forma
incorrecta, mostramos que nuestra vida cristiana en su conjunto está mal.
Alguien ha dicho con razón que el propósito de la oración no es hacer realidad
la voluntad del hombre en el cielo, sino que la voluntad de Dios se cumpla en
la tierra. 'No codiciarás' es el último de los Diez Mandamientos de Dios, ¡pero
su transgresión podría llevarnos a quebrantar los otros nueve mandamientos! La
codicia puede llevar a una persona a matar, mentir, deshonrar a sus padres,
cometer adulterio y, de una forma u otra, transgredir toda la ley moral de
Dios. Una vida egoísta y oraciones egoístas siempre producen guerras. Si hay
guerra en el interior, también habrá guerra en el exterior ".[1]
4. El tema principal es la
purificación del corazón. Santiago llama la atención sobre esta purificación al
etiquetar a los oyentes como adúlteros, lo máximo en lo que respecta a la
impureza. Pero no se refería al adulterio físico, sino al adulterio espiritual.
La palabra no es infieles, sino adúlteros. Nuevamente, Santiago usa una
pregunta retórica. Por supuesto, la amistad del mundo es enemistad contra Dios.
Juan dijo que no debemos amar al mundo. Pablo dijo que no hay acuerdo entre la
luz y las tinieblas. El mundo puede ser fascinante, pero esa fascinación solo
nos aleja de Dios. Jesús dijo “ustedes son mis amigos si hacen lo que les
mando”. La amistad de Dios es por cusa de la obediencia. Abraham fue llamado
amigo de Dios porque obedeció (v.4).
5. Dios es celoso de nosoros. Él
no nos permite ser un poco del mundo y un poco de Él. La vida de fe es una vida
totalmente entregada al Señor. No importa si un creyente es misionero o empleado,
lo esencial es que el creyente viva para el Señor. No está claro si Santiago
está citando escrituras específicas. John Gill menciona varias referencias que
contienen la enseñanza sobre los celos de Dios (Gen 6:3, Ex 20:5, Deut 7:2,5,
Job 5: 6, Prov 21:10, Rom 12:2, Gal 5:17). El Espíritu Santo quiere controlar
toda nuestra vida. La envidia nos impide aprender del Señor y purificarnos para
Él (v.5).
6. Para vencer la envidia y tener
un corazón purificado es necesario que el Espíritu Santo controle la vida del
creyente. Pero el Espíritu Santo lo hará cuando el creyente se humille ante el
Señor. Hay resistencia de Dios cuando nosotros mismos resistimos entregarnos a
Él. La gracia de Dios se puede medir en la vida del creyente. Él está listo
para hacer mucho más de lo que pensamos, pero Él también puede retener Su gracia.
Parece contradictorio, porque si es gracia o favor inmerecido, ¿qué tiene que
ver con el esfuerzo propio? No es el esfuerzo propio, sino la voluntad de dejar
que el Espíritu nos controle. La humildad es una cualidad de Jesucristo y no
nuestra (v.6).
7. El gran enemigo de nuestras
almas es el diablo. Él actúa junto con nuestros deseos egoístas y nuestra
envidia para mantenernos alejados de la purificación. Pero hay esperanza para
el creyente. La sumisión a Dios y la resistencia por fe contra el Diablo nos
traerá la victoria. No hay purificación sin lucha espiritual (v.7).
8. El camino hacia la
purificación es un camino de dos vías, pero no un camino de dos mentes. Solo la
mente del creyente debe purificarse, dejando que el Espíritu Santo controle su
vida. La vía de regreso es la respuesta de Dios que viene a socorrer al que quiere
agradarle. Un gran obstáculo en la búsqueda de la purificación es una doble
mente o un doble ánimo. Si nuestra mente está en purificación y al mismo tiempo
en el mundo, estaremos en conflicto y esto impedirá la purificación de manos y
corazón. Por lo tanto, la declaración anterior de Santiago de que “la amistad
del mundo es enemistad de Dios” es verdadera. (v.8)
9. La Palabra de Dios habla mucho
más sobre afligirnos y llorar que sobre reírnos. Por cierto, la palabra reír
aparece en los siguientes textos: Gen 21:6, Job 8:21, Job 12: 4, Sl 126:2, Pv
14:13, Ec 2:2, Ec 7:3.6, Ez 23:32, Sant 4:9. De estas diez veces, siete veces
la palabra "risa" tiene connotación negativa. Pablo les dijo a los
corintios que hay una tristeza que produce arrepentimiento. Jesús les dijo a
las mujeres que lloraron al verlo cargar con la cruz que lloraran por ellas
mismas. El llanto que produce cambios es preferible a la risa que no produce
cambios en el estilo de vida. Antes de pensar en el consuelo del que llora,
debemos animarlo a llorar por sus pecados (v. 9).
10. Dios desea nuestra
humillación para poder elevarnos en la Persona de Cristo. El que se jacta debe
gloriarse en el Señor y en su cruz. No hay risa delante de la cruz, sino que
hay reconocimiento y profundo dolor por los pecados. La envidia es motivo para
llorar. Solo la purificación en la sumisión a Dios puede convertirnos en
personas bondadosas y no envidiosas (v.10).
11. Santiago habla de un juicio temerario.
Temerario significa imprudente, precipitado, arriesgado y peligroso. El juicio
infundado es calumnia, pero el error debe ser denunciado. Los jueces deben
juzgar con honestidad. Todos somos jueces de alguna manera, de lo contrario no
podríamos proteger a nuestros hijos, nuestro rebaño y nuestros amigos de las
malas influencias del mundo y de las herejías. No asumimos el papel de Dios
cuando discernimos enseñanzas falsas. Simplemente obedecemos los diversos
mandamientos que Dios nos ha dejado en Su Palabra. A continuación, se presentan
varias referencias al juicio que debemos hacer sobre diversos asuntos. Si no
ejercemos juicio, no podemos obedecer estos versículos (Ex 18:25, Lev 19:15,
Deut 1:15-17, Pv 24:25, Is 8:20, Ez 44:24, Zac 3:7, Mt 7:5, 15, 12:41, Lc 7:43,
12:56-57, Juan 7:24, Hechos 17:11, Rom 2:1-3, 12:9, 16:17-18, 1 Cor 2:13-16, 5:7,
6:2-5, 10:15, 11:31-32, 2 Cor 6:7, 13:5, Ef 5:11, 1 Ts 5:21, 2 Ts 3:6,14-15, 1
Tim 5:24, 2 Tim 3:5, 2 Ped 1:20, 3:16, 1 Jn 4:1-6, 2 Jn 7, 10-11, Jd 14-15)
(v.11-12).
12. Nosotros tenemos planes y
muchos son permitidos por Dios, pero otros son solo nuestros planes, decididos sin
la ayuda del Señor. Hacemos bien en estudiar Proverbios 16:1-9,33. La cuestión
no es precisamente por causa del tiempo más largo o más corto, es decir, los
planes para un año a partir de ahora y los planes para mañana deben ser
presentados al Señor. Decidir sin la ayuda de Dios es una pretensión. No se
trata de completar una agenda y dársela al Señor para que la bendiga, sino de
hacer la agenda en oración. El verso 13 no condena la obtención de ganancias,
sino el hacer planes de manera arrogante, sin consultar al Señor. Nuestra vida
es tan rápida e inconstante como la niebla y, por eso, además de aprovechar al
máximo nuestro tiempo, tenemos que contar con el cambio de planes (v. 13-14).
13. "Si el Señor
quiere" o "Si Dios quiere" no debe convertirse en un cliché,
porque incluso los incrédulos dicen esto sin tener la menor intención de
obedecer al Señor. La vida del creyente debe estar en manos de Dios de tal
manera que no viva de forma independiente, así como un niño obediente no sale
de casa sin el permiso de la madre y sin decir adónde va. El asunto es
considerado pecado. Es una pretensión arrogante, es malvada. Lucifer actuó de
manera pretenciosa y arrogante, sin depender de Dios (v.15-16).
“Está mal planificar como si el
mañana fuese cierto. 'No digas [...] mañana' (Pr 3:28). No sabemos lo que nos
depara el mañana. Como dice la traducción de Phillips, nuestras vidas son
frágiles e impredecibles "como bocanadas de humo". Dios debe ser
consultado en todos los planes, que siempre deben realizarse de acuerdo con su
voluntad. Debemos vivir y hablar conscientes de que nuestro destino está bajo
el control de Dios. Necesitamos decir: 'Si el Señor quiere, no solo viviremos,
sino que también haremos esto o aquello '. Así, en el libro de los Hechos, el
apóstol Pablo declara: “Si Dios quiere, volveré a ustedes” (18:21); y en 1
Corintios 4:19, escribe: "Te visitaré en breve, si el Señor quiere".
Algunos cristianos emplean las letras "DV" para expresar una
conciencia de dependencia de Dios. Son las iniciales de dos palabras latinas:
Deo volente, que significa si Dios quiere”.[2]
14. El que sabe hacer el bien y
no lo hace, está pecando. Esto no solo se refiere al tema anterior de los
planes y la dirección de Dios, sino a todos los aspectos de la vida. Es cierto
que existe el pecado de ignorancia, pero el pecado deliberado se vuelve más
serio porque la rebelión está instalada en el corazón (ver Lucas 12:47-48).
Santiago mostró que nuestros planes deben someterse a Dios. Si Dios controla
nuestras vidas en todos los aspectos, está claro que dejaremos que Él haga los
mejores planes para nosotros (v.17).
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